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Papel vegetal

La primera víctima de la guerra es la población civil

Atribuyen algunos a Esquilo aquello de que "la primera víctima de la guerra es la verdad". Con independencia de quien fuera el gran trágico griego o algún otro su autor, la frase no ha perdido hoy, sino todo lo contrario, nada de su vigencia.

Pero habría que añadir que, junto al triunfo de la manipulación y la mentira, facilitada extraordinariamente en nuestra época por la globalización tecnológica, la población civil es también hoy por hoy la primera víctima de la guerra.

De la hipocresía que acompaña las intervenciones armadas, tantas veces justificadas por razones humanitarias cuando se trata por encima de todo de defender intereses económicos o comerciales, es decir no tanto los derechos humanos cuanto sólo el libre mercado, no puede caber a estas alturas ninguna duda.

Pero si observamos lo que sucede a nuestro alrededor, tampoco puede dudarse de que nunca en la accidentada historia de la humanidad ha habido más víctimas entre los civiles en relación con los combatientes directos que en los últimos conflictos armados, ya fuesen los de los Balcanes que los de Oriente Próximo o Medio.

Se habla de que se ha pasado de una ratio de un 40 por ciento de civiles frente al total de víctimas -10 millones- en la Primera Guerra Mundial, a entre un 67 y un 70 por ciento en la segunda, a cuatro civiles por cada militar muerto en la de Yugoslavia, un 77 por ciento en la de Irak hasta un 90 por ciento en posteriores conflictos armados.

Las cifras y los porcentajes pueden variar según los criterios empleados: los muertos directamente en los bombardeos, los heridos que nunca se recuperan, los que fallecen por causas derivadas del conflicto como la malnutrición, las enfermedades, y sobre todo los millones de desplazados internos o quienes, huyendo de la violencia, buscan asilo en otros países.

También es difícil calcular las víctimas civiles de esas armas cada vez utilizadas más por Estados Unidos y otros países en sus guerras desde el aire como son los drones. Basta muchas veces que el ejército atacante califique a todas las víctimas de cualquiera de esos ataques de "terroristas" sin que ésas puedan ya desmentirlo.

Se afirma con razón que ninguna guerra puede ganarse ya desde el aire sino que es necesario enviar tropas terrestres, algo que ya casi nadie -ya sean Rusia, EEUU, los saudíes o los europeos- está dispuesto a hacer si dispone de otros medios, por lo que las guerras resultan cada vez más en la destrucción de países enteros.

Lo hemos visto en Afganistán y en Irak, lo vemos actualmente también en Siria o en Yemen, donde es Arabia Saudí quien bombardea, sin que nadie además sepa qué va a hacerse con esos países una vez que han quedado totalmente destruidos y sus sociedades, divididas otra vez de pronto por el resurgir de odios que permanecían ocultos.

Estamos viendo, por ejemplo, cómo hasta ahora en Siria cada cual tenía su propia agenda: rusos e iraníes, defendiendo al dictador; norteamericanos y europeos, a los rebeldes de cualquier signo decididos a derrocarle, al igual que el Gobierno turco, que teme, sin embargo, que se fortalezcan de paso las milicias kurdas que combaten a Asad.

Y todos ellos intentan impedir sin saber cómo el avance del fanático Estado Islámico, al que se opone también Arabia Saudí, país que busca al mismo tiempo frenar el eje Siria/Irán, su mayor preocupación en la lucha por la hegemonía regional.

Un tótum revolútum, facilitado por intervenciones como las de Libia e Irak, que está provocando un éxodo sin precedentes de la población civil, su víctima principal, que llama ahora insistentemente a las puertas de una Europa golpeada una vez más por el terrorismo yihadista.

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