Sin duda alguna, generalizar las opiniones, acarrea injusticia. Pero lo hacemos todos los días. Incluso a la hora de proponer soluciones, se divulgan sin tener en cuenta algunos factores necesarios, para aplicarlas, como por ejemplo; situar la información, considerar todas las partes o perspectivas del problema a resolver, no los elementos que lo constituyen y fundamentalmente, tener en cuenta a las personas con sus diferentes dimensiones de lo humano: lo biológico, lo psíquico, lo social, lo afectivo y lo racional.

Y hay que hacer, especialmente, algo sencillo: salir de los despachos y examinar nuestro entorno, más cuidadosamente. No para una pose o porque hay que elaborar algo, sino con conciencia y compromiso, reconocer los hechos y no querer inventar nada nuevo; afortunadamente, teoría hay de sobra. En políticas sociales, lo importante es dedicarse a ejecutarlas después de contrastarlas y comprender en profundidad los problemas específicos que afectan a las personas.

Los diagnósticos deben estar ajenos a los prejuicios e ideales que contaminan las opiniones que emitimos o escribimos. Trabajar para los ciudadanos y ciudadanas es muy serio y no se puede frivolizar planteando propuestas sin una base de conocimiento suficiente y contrastada, que permita aplicar soluciones.

Sería muy bueno, que no nos dejemos de llevar por nuestras pasiones cuando es necesario poner sobre la mesa datos rigurosos que sirvan de base para encontrar y proponer soluciones que nos afecten a todos. Los tópicos y los estigmas que se utilizan en los debates políticos son, para mí, una falta de respeto. Creer que sólo una parte de las opciones políticas tienen derecho a hablar de temas sociales porque lo justifican diciendo que otros no se preocupan por los colectivos en riesgo de exclusión social y que no les importa que mucha gente se pueda quedar al margen es una frivolidad.

Se podría plantear, según argumentos como los anteriores y desde mi sentido común, que cómo se puede hablar y defender las políticas sociales, cuando después de gobernar has dejado a tres millones de personas más en el paro. Y todos sabemos que la mayor marginación social que puede haber es no tener un trabajo digno que te permita ganar el dinero suficiente para cubrir tus necesidades básicas.

Quizás pueda parecer ingenuo, pero no creo que nadie actúe según lo expuesto anteriormente, ni en un caso ni en otro. No nos debe interesar una sociedad fragmentada por los niveles de pobreza. Significaría asumir que hemos fracasado como sociedad y que no hemos pensado en todas las realidades que hay.

En este sentido, lo que marca las diferencias son simples discursos establecidos sin rigurosidad alguna. Si nos fijamos en detalles de arengas que se articulan y las contrastamos con hechos, nos daríamos cuenta de incoherencias que repugnan al sentido al común. Ahora, se han puesto de moda los planes contra la pobreza o los planes de rescate social, cuando no hay nada nuevo de contenido en ellos. Aumentan recursos económicos tal y como hemos hecho otros y se atreven a denominarlos de forma pomposa, como si fuesen a arreglar definitivamente el problema.

Defender un paradigma de sociedad y a las personas que están en ella es creíble cuando piensas en los problemas concretos, poniéndote en el lugar del otro y con sensibilidad, recursos económicos y humanos adecuadamente organizados; aportas soluciones. Todo los demás son tópicos y estigmas.

(*) Concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria