La Provincia - Diario de Las Palmas

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Tropezones

Reflexiones viajeras VII

San Martín de Castañeda: aunque el lago de Sanabria y su entorno atesore méritos suficientes para una reflexión propia, la anécdota que vivimos en un restaurante de San Martín de Castañeda también merece reseñarse. Tenemos por costumbre un grupo de unos 8 amigos desplazarnos a la Península una vez al año, para un periplo gastronómico cultural, que este año nos llevó a Zamora. Nuestros almuerzos suelen convertirse en tertulias que, dada la vehemencia y hasta la pasión que se vierten en ellas, tienden a superar con creces los decibelios propios de la buena educación en un lugar público. Aunque los temas no excluyen los más propios de desmadrarse, como el fútbol o la política, también es cierto que hasta una controversia sobre la arquitectura local puede provocar encendidas discusiones. Pues el día en cuestión nos percatamos, tal vez demasiado tarde, que nos habíamos pasado en el volumen de nuestra polémica, al caer en la cuenta de que dos o tres mesas próximas a la nuestra difícilmente podrían haberse sustraído al vocerío colindante. Por ello en un acto de contrición, le rogamos al maitre que por favor les trasladara nuestras disculpas, y les preguntara si como desagravio nos permitirían que les invitáramos a algo. Cuando volvió el maitre a nuestra mesa, nos comunicó que efectivamente nuestras discusiones no habían pasado inadvertidas, "pero que estábamos perdonados, por lo interesante de los debates."

Z Parque natural de los arribes del Duero:

El menú del Parque Natural cuya cabecera está situada en la presa de Miranda, en la frontera con Portugal, nos ofrecía buitres leonados, alimoches, águilas perdiceras, y como no, águilas reales. Además de una exquisitez, las cigüeñas negras, que como su nombre indica, son tan difíciles de contemplar como los proverbiales mirlos blancos. Se daban por supuestos los cernícalos, vencejos y ánades (reales también, faltaría más). Como propina de la fauna voladora, se nos prometían las anfibias y juguetonas nutrias.

Pues bien, una vez embarcados en el navío-aula ecológico que nos había de trasladar embalse arriba nos conminaron a no levantar la voz para no despertar a las nutrias, en su hábitat privilegiado. La guía nos iba desgranando lo más reseñable que se podía contemplar en las riberas del espectacular cañón inundado por el que navegaba la ecológica embarcación, provista de un sistema silencioso de propulsión a chorro.

No les exagero si destaco entre los avistamientos más impresionantes, un nido de cigüeña negra, aparentemente abandonado, y unos remolinos en la ribera, presumiblemente ocasionados por las famosas nutrias, que tanto cuidado poníamos en no sacar de su sueño; personalmente tengo la impresión que se trataba de un sueño eterno, pero mejor me callo.

Al finalizar la excursión, y supongo que como desagravio, nos ofrecieron en tierra una sesión de "educación ambiental" donde pudimos comprobar que las aves que nos habían hurtado estaban en realidad en la nómina de la oficina de turismo, para deleitarnos con una sesión de cetrería de andar por casa, aunque bastante entretenida.

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