El secretario general del PSOE es entrevistado por Bertín Jodermealegraverte Osborne, el presidente del Gobierno y del PP acude a un programa radiofónico de deportes para contar sus aficiones futbolísticas y propinarle una fallida colleja a su hijo y los líderes de los partidos emergentes hablan con muñecos de trapo, a trancas y barrancas, o son entrevistados por la prensa del corazón en la tele. Solo espero saber qué equipo de campaña comprenderá antes los votos que puede conseguir con un diálogo socrático con Belén Esteban: más tarde o más temprano lo veremos en Tele 5. Como atracción menor, en un pequeño teatro Juan Carlos Monedero insinúa que Albert Rivera le pega al perico. Sí, exactamente, Monedero, que tiene todo el aspecto de no haber fumado, bebido ni esnifado nada en toda su vida de anacoreta de la filosofía de la praxis y de solo acercarse a las alumnas para explicarles detalladamente que un poco de Carl Schmitt es mucho: "A mí, lo que me pone de verdad son los chalecos sin botones y la teoría del guerrillero". Guau.

Descontemos a Mariano Rajoy, que ha optado astutamente por la técnica de refugiarse en la época canovista para no enfrentarse a unos rivales que no habían nacido. Los otros tres, estos tres que departen como María Teresa Campos, o tocan la guitarra con los ojos entornados o cantan con mucha seducción y sentimiento, ¿son los llamados a una profunda reforma de la política española, sea socialdemócrata, socioliberal o admita pulpo como animal de compañía? Desde mi convencimiento -quizás se trate de una superstición- de que las formas siempre acaban de denunciar al fondo, que forma y fondo, en definitiva, siempre forman parte de una única identidad y se limitan y definen mutuamente, estamos realmente jodidos. Habrá quien se fíe del joven Alberto Garzón y de la oferta de Izquierda Unida que, por cierto, está siendo injusta y estúpidamente apartada de los debates electorales en los medios audiovisuales. Lo malo es que la actividad chiripitifláutica de los dirigentes del PSOE, Podemos y Ciudadanos hace innecesaria para la mayoría consultar sus programas, y el exilio de IU, en cambio, casi obliga a leer el suyo, y eso supone un duro handicap para conseguir el voto de la mayoría. Por lo demás, ¿Garzón no iría a El Hormiguero? ¿No se prepararía unos huevos fritos con Osborne? ¿De veras que renunciaría a ser acunado por María Teresa Campos?

La nueva política -y los líderes y partidos emergentes- que rompería supuestamente las farsas y simulacros de la vieja política, pero, por el contrario, no ha demolido ni demolerá ningún teatro. Solo ha enriquecido los guiones, las técnicas y los códigos visuales y verbales de la farsa para puerilizar aun más la actividad política y espectaculizar 24 horas diarias la campaña electoral.