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El análisis

No se puede vivir si las ventas no cubren los costes

Es un hecho que España está mejorando sus datos económicos, a pesar de que en este periodo preelectoral se diga lo que se diga por unos y otros, lo que es cuestionable es que esa mejora sea suficiente para salir de la última, espero que sea la última, crisis y para reducir las dramáticas cifras de desempleo. ¿Esta recuperación es visible en el sector agrario?, podemos decir que a nivel peninsular sí, pero a nivel canario no ha sido así.

Desde hace dos años el aumento de las cifras de producción era debido, sobre todo, al sector exterior, a la pujanza de las exportaciones. Entre ellas, las exportaciones agroalimentarias presentaban tasas de mejora superiores al 10% anual, unas cifras que se han mantenido durante los primeros seis meses del año.

Ahora, cuando parece que el esperado crecimiento de la actividad se deberá en buena parte al aumento del consumo interno, la colaboración del campo es también muy importante. La calidad y los buenos precios de la alimentación son una gran atracción y son las ofertas de productos alimentarios, muchas por debajo de sus costes de producción, las que se utilizan como gancho para elevar la demanda, tanto del consumidor nacional como de los turistas extranjeros que nos visitan.

El mantenimiento de las cuotas de exportación, a pesar de las enormes dificultades que se presentan en unos mercados cada vez más concurridos y con obstáculos políticos de por medio, pone de manifiesto la competitividad de la explotaciones agrarias y gran capacidad de adaptación de los productores a las exigencias de las industrias de transformación y distribución del mercado es una prueba de supervivencia diaria para los profesionales del campo.

Todo tiene su límite y la capacidad de las explotaciones agrícolas para que les aprieten las tuercas, para producir y vender más barato, ha sobrepasado ya todo lo permisible.

Nadie parece dispuesto a hacer nada para pararlo pero los precios de los inputs agrarios, de los medios de producción de las explotaciones, están inmersos en una espiral de subida que no parece tener fin y, lo que es peor, no parece tener justificación lógica alguna.

Los fertilizantes son un caso paradigmático. Durante años los agricultores tuvieron que soportar la cantinela de que el aumento del precio de los abonos se debía a las constantes subidas de las cotizaciones del precio del petróleo en el mercado mundial. Es sistemático periclito en el 2008, con la llegada de la crisis económica y el consumo nacional sufrió un drástico descenso, con tasas cercanas al 20%. La subida de los precios se moderó, aunque en realidad no hubo una caída real de los precios pagados por los productores.

En los últimos años el consumo de fertilizantes en el mercado nacional se ha recuperado. Los fabricantes estiman que la pasada campaña se situó en torno a las 4,8 millones de toneladas, un volumen similar al anterior a la crisis.

Este incremento de la demanda ha propiciado un aumento constante de los precios que pagan los agricultores, y se realizan proyecciones de un incremento en los precios que rondaría el 6% para el próximo ejercicio. Todo ello cuando los precios de la energía, del petróleo y del gas, están en unos niveles muy bajos y sin perspectivas de crecimiento a corto plazo.

No hay razones objetivas para el crecimiento de los precios al productor, más allá del aumento de la demanda. Esa elevación de los pagos irá directamente a incrementar los beneficios de las empresas y de los intermediarios del sector, de los especuladores, a costa, por supuesto, de la competitividad de las explotaciones agrarias, de la propia supervivencia de los agricultores.

En el sector agrario se ha demostrado que es imposible seguir la dinámica que sería normal en los mercados. Aquí un aumento en la demanda final, de consumo, no implica en absoluto un incremento de los precios percibidos por el agricultor. Es más, suele producir un descenso y las ganancias se quedan en los escalones que van del productor al consumidor.

En otros tiempos, los agricultores guardaban para las malas épocas, sobrevivían ajustando al máximo en los peores momentos. Ahora eso no es posible. Los niveles de inversión son enormes para cada cosecha, para cada producción, el mantenimiento de las explotaciones es carísimo y en situaciones como estas cada vez hay más cierres, más abandonos, y no solo de los profesionales que ya están, sino de los jóvenes que pensaban incorporarse.

Se cercena el presente y el futuro del sector, porque no se puede vivir si las ventas no cubren los costos. Un sacrificio que nadie en esta sociedad parece apreciar.

(*) Presidente de Asaja Las Palmas

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