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El Real Madrid ante el Helesponto

Lo bueno (para el que gana) y lo malo (para el que pierde) del llamado clásico, es decir, el partido Real Madrid-Barça, es que se habla de él durante muuuuuuuuuucho tiempo (teniendo en cuenta que, en fútbol, mucho tiempo es más de dos días). Hasta ahora, las victorias y las paradas de Keylor Navas habían tapado el pobrísimo juego del Madrid, pero la afortunada victoria del equipo de Benítez ante el Paris Saint-Germain en Liga de Campeones agotó el crédito blanco. Tras el horrible segundo tiempo del Madrid en Sevilla y el desastre táctico, estratégico, físico y estético del proyecto de Florentino Pérez ante un luminoso Barça, sonaron las alarmas en forma de bronca en el Bernabéu. Hasta el 0-4, y como tantas veces ha pasado en la historia, el éxito había justificado a Benítez y Florentino. Como dice Javier Negrete en su ameno y sugerente ensayo La gran aventura de los griegos, puede que, de haber triunfado en su intento de doblegar a Grecia (o, más bien, a los griegos), el rey persa Jerjes sería considerado hoy una especie de Alejandro Magno que realizó el trayecto del rey macedonio a la inversa, cruzando de Asia a Europa, solucionando enormes desafíos logísticos. Pero Jerjes aprobó por los pelos en las Termópilas y suspendió en la batalla naval de Salamina, dejando la recuperación de septiembre en manos de sus generales, que volvieron a suspender en Platea y Mícala. Si el Madrid hubiera ganado al Barça en el Bernabéu, estaríamos hablando de Alejandro Magno. Como no fue así, no queda más remedio que hablar de Jerjes.

Cuando el enorme ejército persa llegó al Helesponto (el actual estrecho de los Dardanelos), que separa Europa de Asia, Jerjes ordenó construir dos puentes de barcos para que sus hombres pudieran cruzar con mayor rapidez el estrecho. Para desgracia de los persas, antes de que llegara el ejército una tempestad rompió los cables y dispersó las naves, así que, como nos cuenta Heródoto, el enfadadísimo Jerjes ordenó azotar el mar con trescientos latigazos y, además, hizo ejecutar a los ingenieros que construyeron el puente. Supongo que Florentino es el Jerjes del Madrid, así que Benítez no es más que un ingeniero empeñado en construir un puente a golpe de grandes jugadores que permita cruzar el Helesponto entre una temporada sin títulos importantes que llevarse a la vitrina y una temporada gloriosa que ayude a vender más camisetas. Si Florentino es Jerjes y Benítez el ingeniero, entonces el Barça es la tempestad que se llevó por delante a la BBC, el orden táctico, el equilibrio, la magia de Keylor Navas, la seguridad defensiva, el derroche de talento en el centro del campo y la delicadeza del Isco. ¿Y qué podría hacer Florentino después del desastre en el Helesponto? Dos cosas. Primero, azotar el mar con trescientos latigazos hablando del fuera de juego milimétrico de Neymar en el segundo gol del Barça, la mala suerte de Ronaldo ante Bravo, la baja forma de Benzema, el hombro dañado de Sergio Ramos y bla, bla, bla. Y segundo, cortar la cabeza del ingeniero. Si la historia es maestra de la vida, creo que Benítez debe empezar a temblar.

Según el historiador Tucídides, el ateniense Temístocles era el mejor para tomar decisiones sin apenas tiempo para meditar. Creo que Florentino necesita a un Temístocles porque el Madrid debe tomar urgentemente unas cuantas decisiones que le permitan al menos cruzar el Helesponto, y luego ya veremos. El problema es que Benítez no es Temístocles, sino un ingeniero sobrepasado por la tormenta.

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