La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cine 'Los juegos del hambre: Sinsajo, parte 2'

La revolución televisada

La estrategia narrativa empleada por Francis Lawrence en Los juegos del hambre: Sinsajo, parte 2 no es novedosa, ya que se trata de la cuarta y última entrega de la exitosa saga basada en la trilogía homónima de Suzanne Collins, o si lo prefieren, del proceso de reciclaje de novelas juveniles al que Hollywood se ha visto abocado a falta de otras historias de mayor interés. Dicho más claramente, Los juegos del hambre: Sinsajo, parte 2 no es más que el innecesario desdoblamiento de la tercera parte, cuyo desenlace (estirado por mor de una desvergonzada operación comercial hecha con la connivencia de la novelista, el director y la productora) llega ahora a todas las pantallas.

Si en la primera parte de Sinsajo la trama giraba en torno a la organización de la rebelión de los trece distritos de Panem contra la capital, organizadora de los "juegos del hambre", un evento televisado donde los participantes deben luchar a muerte hasta que sólo queda un vencedor; en la segunda, Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), mezcla de Afrodita cazadora y Robin Hood, lidera la entrada de los rebeldes en el Capitolio para terminar con la dictadura del presidente Snow (Donald Sutherland) y su telerrealidad.

Es curioso ver cómo Lawrence en Sinsajo, parte 2 reúne varios elementos dramáticos extraídos de los géneros más dispares. Hay escenas de acción propias de un film bélico. Tenemos rudas pinceladas melodramáticas, que muestran la fragilidad de las relaciones humanas enfrentadas a una situación límite. También hay apuntes de cine fantástico y un sinfín de ingredientes para contentar a los paladares más variopintos. No obstante, uno no acaba de creer nada de lo que ve, porque todo está contagiado por una tendencia al exceso que pone de manifiesto su ausencia de capacidad para emocionar, en beneficio de una simple contemplación admirativa. Nunca se sabe con exactitud si lo que se está viendo en pantalla es fortuito o premeditado.

Francis Lawrence, que en su momento cosechó cierto nombre con la, para mi gusto, intrascendente Constantine, sirve el espectáculo con la misma mecánica funcionalidad del noventa por ciento de los realizadores del cine americano actual. Podrá alegarse en su favor que tampoco se les pide más, pero lo cierto es que disponiendo como disponen de tantos medios y un equipo técnico inmejorable, toda esta tropa de cineastas podría ofrecer, a cambio, espectáculos menos rutinarios y más creativos.

En Sinsajo, parte 2, Lawrence se limita a cercara la cámara a los actores en las escenas de conversación y a alejarla de ellos en las batallas, quizá consciente de que la revolución televisada no necesita de terceros.

Compartir el artículo

stats