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Al azar

Las catalanas del 20D

No hace falta esperar a marzo para presenciar unas nuevas elecciones catalanas. La omnipresencia de Cataluña en el debate preelectoral convierte las generales de diciembre en la segunda vuelta de las elecciones a la Generalitat, iniciadas el pasado septiembre. Las catalanas del 20D tal vez no sean las más importantes, según repica la prosopopeya que añade el adjetivo histórico a cada partido de fútbol. Sin embargo, son las más distintas desde la muerte de Franco, cuando se instauró sibilinamente un bipartidismo preconstitucional detallado por Javier Pérez Royo en el valioso ensayo La reforma constitucional inviable.

La primera diferencia con las elecciones precedentes se sustancia en la abigarrada nómina de participantes. Se han incorporado más partidos y denominaciones con posibilidades desde las últimas generales que a lo largo de las décadas transcurridas entre el estreno democrático de 1977 y 2011. La acumulación de formaciones de nuevo cuño o remozadas obliga a recordar que PP y PSOE también se presentan, de momento con sus siglas tradicionales. La policromía es otra adherencia de las catalanas de septiembre, un baile de disfraces en el que ningún partido competía con sus siglas originarias. El desprecio por la marca, que Artur Mas prolonga con el entierro de Convergència, sintoniza con la volatilidad de electores que han degradado la fidelidad ideológica al nivel de la conyugal.

Uno de los argumentos más conmovedores contra la desconexión catalana es que ha generado una confrontación endógena entre unionistas y separatistas. Hogares al borde del precipicio, toque de queda a las discusiones políticas en las comidas familiares, amistades rotas sin remisión. Este panorama desolador presupone que la convivencia cotidiana era ejemplar, en la Arcadia previa a la inoculación del virus secesionista. Sin embargo, la cifra de divorcios no era inferior en Cataluña al resto de España. Aparte, sería más correcto afirmar que la crisis independentista ha supuesto una ruptura de hostilidades en el conjunto del Estado. Desde el preciso instante en que Artur Mas fue proclamado enemigo del mes, a la altura de antecesores como Sadam o Gadafi, pensadores equilibrados incurrieron en una histeria que por fuerza habrá repercutido en su vida privada. Costará reconducir las sensibilidades exacerbadas en todo el territorio, que permiten referirse a las catalanas del 20D, convocadas bajo un lema único.

El miedo une más que el amor. Francia se encuentra también en vísperas de unas elecciones regionales, aplastadas por la matanza de París. La reverberación de los atentados ha afectado asimismo al plebiscito español del 20D. Todo artículo dedicado a la convocatoria ha de imponerse a la certeza de que sería más conveniente insistir en el peligro de ISIS. Puede hablarse de una campaña electoral ausente, la situación ideal de Rajoy. Sin embargo, el ruido amortiguado no retrasa ni un solo día la convocatoria. De nuevo, solo Cataluña como problema puede polarizar la atención dispersa en temores difusos. El monopolio catalán explica que la corrupción de los Pujol supere en cobertura a los escándalos de populares y socialistas, implicados más directamente en las elecciones que la Familia Real catalana.

El bipartidismo se ha mantenido cuarenta años, iguala solo en pervivencia al franquismo. La apelación de PP y PSOE al ogro independentista para mantenerse artificialmente a flote, no evitará que la consumación de las catalanas se haya trasladado a vísperas navideñas. Quienes han criticado con excepcional dureza el funambulismo de Junts pel Sí para amarrar la Generalitat, pueden encontrarse con contorsiones similares de los partidos estatales que deseen instalarse en La Moncloa. Si Rajoy no alcanza los 150 diputados que en la actualidad le niegan unánimes las encuestas, puede despedirse de un socio que no exija la cabeza del presidente del Gobierno para mantener al PP en el poder.

En una paradoja que demostrará que Cataluña está más unida a España de lo que desearían los separatistas, la CUP puede estarle mostrando a Ciudadanos el camino hacia el apoyo a la investidura de una candidata alternativa del PP, después de exprimir la solicitud de ayuda hasta la última gota. Será interesante comparar las reflexiones ante la tortura infligida a los populares, de quienes han descuartizado las cesiones de Artur Mas para mantenerse al frente de la Generalitat. De hecho, Cristina Cifuentes y Susana Díaz fueron más obsequiosas con su torturador y menos criticadas que el enemigo del mes.

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