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Javier Durán

Desviaciones

Javier Durán

La felicidad del candidato

Una serpiente con dos cabezas libidinosas y contoneantes arrecia en el escenario electoral del 20-D: una representa la exaltación del debate, la necesidad de controversia entre los candidatos, y otra está ahí para que los pretendientes exhiban cuán normales son sus vidas, es decir, para hablar ante audiencias televisivas brutales de sus camisas, de sus zumos mañaneros, de lo bien que tocan la guitarra, de lo amantes que son de la velocidad. Rajoy, Rivera, Iglesias y Sánchez no les hacen ascos a ninguno de los dos formatos, se puede estar por la mañana ante cientos de estudiantes de la Carlos III y por la tarde con María Teresa Campos de cháchara sobre el pánico que provocan las obras caseras. Estos postulantes a Moncloa, claro está, pueden hacer lo que les da la gana para cumplir sus aspiraciones y ser muy libres de acariciar la cabeza de la serpiente que más les convenga. Otra cosa es la democracia, la canalización del flujo comunicativo, y las reacciones que vienen tras esta mixtura electoral. Por ejemplo, ¿puede Bertín Osborne macluhan cargarse a un candidato por no saber enchufar la licuadora?

El periodista Miguel Ángel Aguilar denunció hace poco en el New York Times la censura que a su juicio recorre la espina dorsal de los medios de comunicación españoles, rehenes de grandes grupos financieros y bancarios en lo que se refiere a sus respectivos endeudamientos. A no ser que uno trabaje en la boyante redacción de Sálvame, el fenómeno no es difícil de cotejar. Pero siendo el asunto de relevancia extrema, no lo es menos subrayar la escasa exigencia con la que la sociedad afronta el río de contenidos informativos y desinformativos. Lo grave de esta verbena electoral es que nos ventilemos este ataque de narcisismo (de entrevistados y entrevistadores) de la misma forma que Raphael habla de las botellas que se trasegaba del mueble bar del hotel en su noches de insomnio. Por tanto, a lo dicho por el ilustre y admirado periodista hay que añadir la disposición de la oferta informativa a despachar a destajo productos y subproductos de fácil digestión y buenas ganancias.

Rajoy, Rivera, Iglesias y Sánchez, los cuatro del Apocalipsis, tienen autonomía para estar en ambos ruedos, es decir, sus éticas aceptan, pese a unos discursos que claman por la regeneración política, la payasada que sus equipos electorales consideren más conveniente. Es más, el caso de presidente del Gobierno y candidato del PP, al igual que con el aspirante del PSOE, la situación es más atrabiliaria: consideran que su decisión de estar sólo en determinados debates puede ser compensada por apariciones estelares en estos programas que atienden al canon de la felicidad de la vida, a las enternecedoras paredes que acogen una rutina doméstica carente de embargos, al calor de una cama sacudida sin pausa por el servicio, a una cocina tan grande como las viviendas sociales que pasaron del franquismo a la democracia sin interrupción, a unos interrogadores/as mansos/as y acicalados/as que preparan una tierna aparición en la portada en cualquier hoja volandera que es un catéter para el corazón... Pero la serpiente también es sanadora: a cada ausencia, a cada silla vacía, la constancia para los defraudados de que el candidato solo tiene ganas de hablar de gilipolladas, ya sea con un cojín amarillo sobre las partes pudendas o ante un micrófono como comentarista futbolista. (No sabe la aportación que haría el presidente con una actitud similar con respecto a una novela o una película).

No les falta razón a los que recurren al Max Aub de La gallina ciega para encolerizarse con este país tan puñetero, tan capaz de pasarse de un lado a otro sin anestesia. Hasta el otro día saltaban las costuras por la descomposición democrática, por los efectos ladinos de una corrupción sistémica, y ahora aplaudimos sin vergüenza esta campaña a lo Raffaella Carrà donde no hay hipotecas basuras, donde Rato se esfumó, donde Barcenas se evaporó, donde la monarquía es otro costal... ¿Alguien puede explicar qué ha sucedido para que de pronto en este país (y me va al pairo que lo hagan en EE UU desde hace años) sea más interesante el color de la mermelada que la fruta podrida que lleva dentro? Y lo de América es un decir: Frost, que venía de lo frívolo, arrinconó a Richard Nixon en unas entrevistas memorables llevadas al cine, y que demostraron el lado más diabólico del republicano. Aquí, por desgracia, sólo nos quieren dar la vaselina.

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