Hasta dónde llegarán? Bueno, no lo sé con exactitud, pero descuiden. No les contarán lo peor. Por el momento se tiran barro y algo de mierda a la cara. En esta estrategia económica y comercial, ciertamente, se entrecruzan odios sarracenos, antipatías cariadas por el tiempo, desprecios insondables. Combustibles que estimulan aún más -digamos que lateralmente- la voluntad de destrucción. Porque lo que se está viendo en los últimos días en las páginas de algunos periódicos tinerfeños es una suerte de declaración de guerra que pretende definir la supervivencia personal y empresarial -y por tanto la influencia política y la capacidad para articular complicidades y apartar molestias- durante la próxima década. Y ocurre (como en la película aquella que protagonizaba un bizco tan inexpresivo como inmortal) que solo puede quedar uno.

Porque el centro de interés no se encuentra, por supuesto, en los escalofríos morales y los detalles deontológicos que a los fieros contendientes que se alancean en informaciones y columnas les traen absolutamente sin cuidado, porque cabe temer, justificadamente, que sean intercambiables. Es el dinero, estúpido. Es el contrato de suministros de producción audiovisual que deberá ser convocado de nuevo dentro de dos años, pero que quizás, pueda o deba suspenderse antes. Ese contrato ha aumentado extraordinariamente su valor porque la publicidad nunca más volverá a alcanzar el nivel de ingresos de principios de siglo y supone un instrumento comercial salvífico y un eje de relación privilegiada (aunque delicada) con el Gobierno. En el fondo no hay absolutamente nada más, aunque nos podemos distraer (sin duda, nos debemos distraer) sobre las sombras mefíticas de la gestión de Willy García y la versatilidad para la torpeza de Santiago Negrín. No cabe ningún asombro para los que trabajamos más o menos en esto desde hace algún tiempo. A ver si me entiende el amable lector: todos los periodistas tinerfeños sabíamos perfectamente de lo que podría ser capaz el leal García y de lo que nunca podría hacer el afable Negrín. La responsabilidad de sus respectivos quilombos y catástrofes corresponde única y exclusivamente a quienes los han designado. En Tenerife pueden encontrarse al menos una decena de profesionales capaces de no convertir en enemigas irreconciliables la eficacia y la decencia. Y en Las Palmas, decena y media. Y una nota final: que los súbitos especialistas en estas materias dejen de atormentarnos con las audiencias de la TVC. Solo hay dos caminos: la basura audiovisual que consigue un share de dos dígitos y una televisión cultural e informativamente digna que consiga un 5% de media. Y el vigente modelo de gestión mixto no tolera indefinidamente lo segundo.