Lo importante -habrá que repetirlo hasta que sangren las teclas del ordenador- es el número de nuevos afiliados a la Seguridad Social, es decir, gente con contratos en regla y empresas y empleados que cotizan, y en noviembre, en todo noviembre y en todas las Españas, la Seguridad Social solo ganó 1.620 afiliados. Aunque avergüence repetir estas obviedades la pringosa fanfarria propagandística del Gobierno de Rajoy lo exige: no existe una simetría perfecta entre disminución de desempleados y creación de empleo. El número de inscritos en las oficinas del Inem puede caer -y de hecho ha caído incluso en este noviembre- por otros factores: abandono de la búsqueda de empleo, enfermedad, emigración. Ciertamente este noviembre preelectoral ha contemplado menos destrucción de empleo que lo ocurrido en los noviembres de los últimos cinco años, y esa es una noticia que, al menos, proporciona cierto resuello. Pero si no se hubieran producido del orden de 6.000 contrataciones por las administraciones públicas -con Andalucía, como resulta esperable, a la cabeza- el análisis de la coyuntura tendría que ser más oscuro. En España, porcentualmente, las cifras del desempleo son ahora mismo similares a las que dejó el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero la media salarial ha bajado sustancialmente en la empresa privada, las administraciones públicas no se han reformado ni por casualidad y el crecimiento de la productividad ha sido más bien reducido. Y, sobre todo, en este final de 2015 tenemos unos 700.000 desempleados más sin un euro de prestación que echarse a la boca que a finales de 2011. Más de un millón de ciudadanos no consigue un trabajo desde entonces. La sociedad española es más pobre, es más injusta, está más afectada por una desigualdad creciente y una exclusión social cada vez más estructural, y tiene a medio y largo plazo menos posibilidades de desarrollar un crecimiento sostenible, es decir, no basado en competir con sueldos baratos y desempleados en abundancia, sino fundamentado en el conocimiento, en el desarrollo científico y tecnológico, en la investigación y la innovación. Rajoy y sus candidatos festejarán estos datos -verdades a medias y mentiras promisorias- en las próximas semanas hasta la nausea y lo más terrible es constatar cómo la división del centroizquierda y la izquierda pueden posibilitar la continuidad de esta estúpida, dolorosa e indignante salida de la crisis, que consiste en transformar la crisis en un modus vivendi. No, la gente no se lo perdonará ahora, pero sobre todo los electores no se lo perdonarán pasado mañana, a Sánchez, a Iglesias y a Garzón.