Los prebostes del mundo mundial reunidos en París para decirnos, una vez más, los peligros que acechan con el cambio climático que los países que lideran han provocado. Los sabios de las estrategias, los analistas del último día y los ministros de exteriores, también del mundo mundial, se despeinan cada mañana con un gesto de petulancia, para reconocer que no tienen ni puta idea de cómo arreglar el lío sirio, el lío de Oriente Medio, el lío de los líos, cuya gestación todos sus países provocaron, algunos un poquito más, otros un poquito menos. En una oficina de la calle Velázquez de Madrid, donde al parecer Felipe González tiene un despacho con otros abogados, han entrado unos ladrones y se ha llevado papeles que estaban en la mesa del veterano líder socialista. No se habla de otra cosa en los círculos bien informados e informantes de la capital del reino. No se habla de otra cosa y se habla mucho también del capón que Mariano Rajoy le propinó a su hijo pequeño por opinar en la radio y en directo, para que el niño vaya entendiendo un poco qué es la democracia, la dialéctica y la discrepancia, y, sobre todo, sus efectos secundarios. Ya casi ni se habla de los políticos catalanes que están sometiendo a sus paisanos a una ducha escocesa en el peor de los sentidos, el de la ausencia de ridículo. Si se celebrara un referendo, el batacazo del independentismo sería fenomenal, siempre que se preguntaran las cosas claras: sí o no. Pero ya no queda tiempo, ni lugar, ni ganas. No sigo porque la realidad me puede estropear todavía más este artículo, con su empecinamiento sorpresivo, con su feroz afán devorador de personas y hechos, de anécdotas y de barbaridades. La realidad estropea columnas, titulares, trastoca mentes, hasta las bienpensantes, y siempre se tuerce como un calcetín: el empleo crece, no, el subempleo y la precariedad laboral reinan. La recuperación económica es cierta, en las cuentas de explotación de las empresas del Ibex 35, pero no en las cuentas corrientes de los ciudadanos que Rajoy calificaría de normales. Pero es más importante, casi catastrófico, que una alcaldesa progre se niegue a poner un belén, aunque después rectifique, que cualquiera de los escándalos económico-financieros que nos tragamos, sean corruptelas políticas o empresariales, las unas no podrían ser sin las otras. Por cierto, el día 20 hay elecciones generales en España, qué hallazgo.