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Zigurat

La partida del presidente

Se le suele llamar prensa del corazón, libelo rosa, telerealidad , o cualquier otro nombre que mente a los programas donde no se sabe bien quién es quién y si son alguien en el panorama del Estado. Lo de prensa amarilla me imagino que vendrá de la izquierda, cuando el sensacionalismo, la ambigüedad, el populismo y la ignorancia hacen acto de presencia en los platós televisivos.

Cuando multitud de estados con sus gobiernos a una, Naciones Unidas o la OTAN, discuten, reflexionan, analizan y disponen -con permiso de los parlamentos-, tomar medidas para enfrentarse al único enemigo que vive en el tercero de tu mismo edificio, hay políticos que emplean el tiempo en ir de programa en programa dirigido a los estultos y estultas que se sientan ante la pantalla o el ordenador para extraer conclusiones tan serias como quién gana una partida al futbolín o cuál es la mejor alineación del equipo en juego.

Rajoy pasó por un programa que es un dechado de virtud española, recio, sobrio, con caspa, y con esa alegría del ignaro que no cae en la cuenta que está haciendo el ridículo.

No es el presidente del Gobierno el único que cae en esa maraña de insultos, voces tan altas que no se oyen, y preguntas y respuestas, que a pesar de estar consensuadas, dejan a uno con la cara encarnada de vergüenza ajena y propia.

Los jóvenes que emergen -vaya término- y sus movimientos políticos como Rivera, Pedro Sánchez o Pablo iglesias, deambulan por los pasillos de las teles dejando en suspenso el juicio urgente del debate sobre el estado de la Unión Europea, más amenazada si cabe que en la guerra fría. Es un ejemplo de simplonería e irresponsabilidad seguir la corriente de las encuestas, estar atentos a la cuota de pantalla de la emisión televisiva e intentar pescar las voluntades de los que aún no se han decidido por programa alguno.

Ni la demasía de Aznar en las Azores, con las botas encima de la mesa fumando puros con los dueños del imperio, mientras la lluvia de fuego caía sobre Bagdad, ni lo de Rajoy que mira para otro lado, cuando la comunidad internacional se ofrece para apuntalar la firmeza de Francia en su particular cruzada contra el ISIS.

Ninguno está a la altura de las circunstancias actuales; nadie quiere pronunciarse sobre el apoyo español a la coalición internacional, a la participación con tropas en la OTAN o al refuerzo logístico en las zonas de guerra. Ahora mismo, este asunto no va con ellos; están ocupados en la campaña electoral y ya hablaremos de los refugiados, del terror que nos acecha o de la hambruna de libertades y derechos que se nos viene encima.

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