La Provincia - Diario de Las Palmas

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Javier Durán

Encapuchados tras el mitin

En los años ochenta proliferaron los fachas, unos tipos muy peinados al estilo José Antonio, con porras o pistolas, siempre de oscuro, que atravesaban Argüelles y Moncloa (a la hora de la copas en el bullicio estudiantil de Madrid) a la búsqueda de algún rojo al que ponerle las nalgas tibias. A veces se les iba la mano y la agresión acababa con sangre y ambulancia. En la misma Facultad había fachas infiltrados que se colaban en las asambleas para apuntar nombres en sus libretas. Algunos de estos sucesos tardofranquistas quedaron impunes, como ocurrió con la muerte de Belén María Sánchez Ojeda, una joven de 16 años, hija de un portuario, que perdía la vida golpeada por un coche invisible durante una manifestación a favor de las libertades en Las Palmas de Gran Canaria. Hace unas semanas el periodista John Carlin celebraba en un artículo "la envidiable" salud de la política en España, alejada de los rasgos xenófobos de Donald Trump y del ultraderechismo francés, por citar dos casos de los varios que mencionaba. La tolerancia, en efecto, parece tener un ritmo asentado en la escena electoral del 20-D, donde ni por asomo alcanza la categoría de propuesta iniciativa alguna capaz de excitar la violencia contra el extranjero tras un barniz neonazi. ¿Cómo interpretar entonces la paliza con contusiones que unos encapuchados han dado a un concejal capitalino de Podemos tras el mitin de Pablo Iglesias la noche del jueves? Sostengamos en principio (mientras la investigación no demuestre los contrario) que se trata de un hecho aislado, carente de cariz organizativo ultra y desvinculado de la condición de concejal de Cohesión Social del afectado. Ahora, lo que no resulta materia de especulación es que la agresión se produce tras un acto político masivo, convocado por el partido al que pertenece el edil, de vuelta a su casa tras estar presente en el mitin de la plaza del Pilar, pensativo o eufórico aún con el discurso de los candidatos, que es nada más y nada menos que un cargo público... Y van unos encapuchados (casualmente a él) y le infligen unos golpes. Quizás estos agresores lo que quieren es ser confundidos con unos de esos fachas de brillantina de los ochenta.

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