Un enorme deseo de cambio. De algo nuevo. Estamos viviendo ahora, de hecho, la tercera marea alta de las expectativas políticas en España de los últimos cuarenta años. Las otras dos fueron la aprobación de la Constitución de 1978 y la llegada al poder del PSOE en 1982. Expectativas acerca del advenimiento de algo nuevo. Esa es la cuestión, precisamente. Identificar lo nuevo en aquellas ocasiones era fácil: un momento confirmatorio (la formalización de un sistema democrático) y una aventura política de dirección única (la socialdemocracia de Felipe González).

Ahora, en cambio, la expectativa de ver algo nuevo apareciendo la expresan la irrupción y el meteórico crecimiento de los dos nuevos partidos -Ciudadanos y Podemos- que inauguran un juego político a cuatro bandas frente al bipartidismo y su apoyo nacionalista catalán o vasco. Es la diferencia con respecto a los otros dos momentos históricos señalados: en esta ocasión el deseo de cambio no se concreta en una sola dirección o sentido. Al revés, pugnan varias diferentes. Así que junto a este deseo en la sociedad española existe igualmente la incertidumbre acerca de qué cosa es eso nuevo que finalmente pueda prosperar. Hacia dónde irá lo nuevo.

El único punto identificable en común entre los votantes que quieren más acusadamente los cambios (los de los partidos que lideran Albert Rivera y Pablo Iglesias) es la regeneración democrática. Aunque de seguro que también lo quiere la inmensa mayoría de los del PP o el PSOE. Existe un clamoroso reclamo para que se conjure la corrupción -con medidas de todo tipo- después de la oleada de casos escandalosos que ha denigrado la política e indignando a los españoles. No es tarea menor, alcanzadas las cotas asfixiantes que alcanzó, pero en rigor como asunto no basta, no tiene recorrido suficiente como estructura para una nueva era política.

Más allá de esta operación limpieza, cambios en el sistema judicial también y una reforma del sistema electoral que se adecue al nuevo mapa político a cuatro bandas, cada cual está a un lado del espectro ideológico derecha / izquierda. Y lo está con propuestas diferentes, algunas de ellas compatibles, viejas demandas centristas hoy olvidadas por el centro-derecha en el caso de Podemos, pero otras, en aspectos muy relevantes, incompatibles. Del mismo modo están a ambos lados del espectro, con los matices que se quieran sobre las diferencias reales, los dos antiguos partidos. Lo curioso es que aunque las diferencias ideológicas se han atenuado, sobre todo por que ya no es posible vislumbrar las certezas de las que estas venían impregnadas, la rivalidad se mantiene incólume. Y se mantiene así porque muchas medidas concretas -que hace décadas eran segundo plano- siguen teniendo gran repercusión social. Aunque Bruselas ponga hoy a todos los Estados miembros los deberes en lo principal, continúa habiendo un margen de actuación.

Sea como fuere, lo primero que decir ante cualquier novedad política es que hay que tomarla con cautela. Y no ya por Ciudadanos o Podemos como tales, tan diferentes entre sí por lo demás, sino porque no es posible sustraerse al tiempo en el que vivimos. Casi todo es una sucesión infinita de cosas efímeras o al menos casi todo -hasta lo sólido- está amenazado por una rápida evanescencia. Del brillo de la mercancía a la opacidad del desecho no hay nada. Se ve con las tendencias en la música, la moda, con los lazos sociales... Y la política no va a ser ajena. Cualquier fenómeno en esta era digital irrumpe con una potencia tan inusitada y feroz como delicuescente. Lo que hoy es lo dominante mañana no existe, nadie lo recuerda. No es, de hecho, la relación ideológica entre el PP y Ciudadanos, como la del PSOE con Podemos -al menos ahora, a fecha de hoy- lo que marca rivalidades significativas, sino el hecho de que los nuevos vengan a cubrir sólo unas demandas de cambio que parecen más algo nominal y generacional, cada cual en la banda que le toca.

Y ni siquiera eso es seguro. Podría suceder que un partido nuevo releve o acabe fagocitando a otro tras una legislatura de pactos a causa del agotamiento de los que están desde la Transición. También porque se suele pensar que las nuevas caras representan ideas nuevas y no siempre es así, de igual modo que la novedad de una idea no depende de la edad del que la propone sino de la idea misma. Ser joven no significa per se traer lo nuevo. Pero aun así no es seguro el relevo porque más de la mitad del electorado sigue siendo favorable a los partidos tradicionales: PP y PSOE. Siendo igual de grave la corrupción, no va a ocurrir como en la Italia de la Tangentopolis, en la que de un día para otro partidos con cien años de historia detrás fueron barridos del mapa por formaciones nuevas o refundadas. Es más, cualquier gobierno va a pasar por la coalición con uno de los clásicos del derbi.

El otro día John Carlin escribía un artículo alabando a Rivera, a Iglesias y también a Pedro Sánchez, por su preparación, reflejos, altura de miras y talante en comparación con lo que ha habido desde Aznar para acá. No solo eso, contraponía con razón -Javier Durán me habló del artículo- a los nuevos líderes españoles con el panorama desolador de democracias potentes que ante la crisis y los conflictos mundiales hacen aflorar partidos, o giros dentro de partidos de siempre, de corte xenófobo y militarista o izquierdismos extemporáneos que tienen luego un potente respaldo electoral. Citaba a Donald Trump en EE UU por los republicanos, Marine Le Pen en Francia, y en el Reino Unido Nigel Farage con UKIP o, por izquierdismo, al líder laborista Jeremy Corbin. Carlin decía que España va a ser una democracia de referencia frente a otras. Y es cierto, no hay color. Lo nuevo surgido en España es magnífico en comparación. Lo otro es sólo un obsceno paso atrás, aunque con los visos de lo circunstancial. Pero por mucho nivel que estos nuevos líderes acaben otorgando a la derecha y a la izquierda española, el relevo tendrá poco significado si no viene acompañado del virtuosismo necesario para hacer prosperar algo más que un cambio de caras. Si no reinventan la política. Lo vamos a ver en estos años.