La Provincia - Diario de Las Palmas

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Sol y sombra

El maltrato a Rivera

La razonada y razonable pretensión de Albert Rivera de que la violencia es violencia independientemente de quien la ejerza ha chocado frente a uno de los grandes muros de la incomprensión nacionales: el sectario. Como estamos, además, en medio de una campaña electoral, el sectarismo puede resultar interesado y teledirigido contra el candidato de Ciudadanos, al que había que buscarle un talón de Aquiles y alguien lo ha encontrado en la equidad de equiparar los tipos de maltrato. Da lo mismo que Rivera se desgañite diciendo que lo que pretende su partido es igualar por arriba. Es decir, castigar a todos los maltratadores por igual y, además, hacerlo de manera ejemplar para a ver si así se puede combatir de manera más eficaz una de las grandes lacras de nuestra sociedad.

El hecho, reiterado, de que un hombre golpee o maltrate a una mujer pierde, a mi juicio, su singularidad de género en el momento que pasa a convertirse, como lamentable y desgraciadamente ocurre en muchas ocasiones, en un homicidio. Entonces es un asesinato execrable, del mismo modo que si se produjera a la inversa y en circunstancias similares.

En el caso particular de las mujeres se producen las situaciones de abuso e indefensión que todo el mundo conoce. De ahí ha surgido la necesidad perentoria de proteger especialmente al ser desprotegido. Estas situaciones se han convertido en un trágico mantra de nuestras vidas. Pero también lo son los maltratos a las personas mayores y a los niños, estos últimos incluso todavía más indefensos ante la brutalidad doméstica.

Da la impresión de que Rivera apostando alto en defensa de unos derechos para todos y por una mayor penalización de la violencia doméstica, ha encontrado en el pensamiento único a su peor adversario. Pero, ¿de qué sirve una campaña electoral si no se puede hablar abiertamente de este tipo de cosas?

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