Decía el estadista Bismarck, considerado el fundador del Estado alemán moderno, que "España es el país más fuerte del mundo porque lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido. El día que deje de intentarlo, volverá a ser la vanguardia del mundo". Lo que pasa en Cataluña y lo que pasó hace unos días en un debate preelectoral le dan la razón. Oyendo a los candidatos comunista y socialista quedó claro que nunca se miente tanto como antes de las elecciones. Sabemos que los votantes de izquierda se movilizan y votan en masa pero los electores conservadores y liberales no parecen entender que deben contrarrestar esta ofensiva. Según el sociólogo canadiense John Ralston Saul, el triunfo de partidos de izquierda en los que pactan individuos que desconocen o falsean la historia, analfabetos radicales y antisistema con el único fin de formar un gobierno de concentración contra quien gobierna con la ley y la razón, será causa del hundimiento de las naciones en este siglo. Descontento de la deriva del actual partido socialista, para Nicolás Redondo es hora de recuperar la verdad, de apostar por una vía reformadora que garantice lo fundamental, modifique lo que no funciona y cambie lo que se hace mal o está desfasado, sin necesidad de cambiar la Constitución pero equilibrando el pasado y el futuro como han hecho los británicos, sin imponer venganzas y utopías sustraídas de otros tiempos y de otras latitudes como pretenden los comunistas de Podéis e Izquierda Unida. El PSOE atraviesa una crisis de identidad ideológica y se ha convertido en un problema nacional que perturba la estabilidad institucional. Tras las elecciones, el PSOE deberá emprender el camino hacia su refundación (con o sin su actual líder) para recuperar el fundamento socialdemócrata que abandonó hace años o dejará de ser útil.

En las convocatorias electorales nacionales, cualquier país que aspira a consolidar la democracia y estar a la altura de sus circunstancias económicas y geopolíticas, debe protegerse y estar protegido de las voces de la intolerancia y la división. Las sociedades existen porque tienen memoria y progresan porque son igualmente capaces de olvidar. Decía Maquiavelo que un buen gobernante tiene que anteponer el realismo político a todo idealismo para servir a la democracia. Asistimos a acontecimientos internacionales que los actuales partidos de izquierda en España interpretan desde el voluntarismo y no desde el estricto análisis objetivo de los hechos. Repiten el discurso adolescente de la España de mediados de 1970. Antihistóricos y carentes de realismo político, estos partidos han perdido la visión estratégica de planificar a largo plazo y se han embarcado en aventuras a corto plazo basadas en metas inalcanzables. Con sus ideas y alianzas antisistema, totalitarias o nacionalistas, han mentido a los jóvenes españoles confundiendo democracia con mayoría cuando lo importante es el imperio de la ley, como ha dicho la presidenta de la Real Academia de Historia, quien denuncia la demagogia y la mentira imperante en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid en la que nació Podéis. Estos individuos totalitarios deben irse hacia donde vinieron, es decir, la nada.

Los jóvenes no saben Historia y se quedan con tópicos ideológicos de demagogos y manipuladores que están en las antípodas de los líderes occidentales. Al aliarse con nacionalistas, estos políticos han dejado de defender algo tan importante para la movilidad social como es la lengua común. Lo malo es que estas prácticas e ideas totalitarias se extienden como una plaga por la sociedad. Los actuales partidos de izquierda no han sabido establecer unos principios enraizados en la democracia parlamentaria y el liberalismo político, la unidad de España, la defensa de la competencia o el impulso a un modelo productivo alejado del sector servicios. La Constitución no necesita que la cambien para promover reformas que fortalezcan y consoliden nuestra democracia. Hay que cambiar la Ley Electoral, la culpable de la actual presión nacionalista y la que ha fomentado la corrupción política. El Estado debe recuperar competencias en Educación (como tiene Gran Bretaña, Finlandia, Suecia, Dinamarca, Alemania, Francia, Canadá, EE.UU. o Japón). En las evaluaciones internacionales nuestros jóvenes suspenden en Lengua, Historia, Humanidades, Ciencias y Matemáticas. Paremos el baile de Leyes de Educación que ha creado una enorme desigualdad social, una creciente falta de civismo, más pobreza y una mano de obra barata, que nos ha dejado sin industrias y a la cola en la revolución tecnológica y científica que se desarrolla ante nuestros ojos. Debemos exigir criterios de excelencia al profesorado en todos los niveles educativos, redefinir el Estado de Bienestar para hacerlo sostenible, solucionar el declive demográfico, revertir el endeudamiento público y el despilfarro de las CC.AA., hacer del pleno empleo la prioridad nacional, subir los salarios, acabar con la economía sumergida, definir de forma estable nuestros intereses exteriores y compromisos con los Tratados internacionales. Pero para hacer todo esto, tenemos que convencer a los ciudadanos que sigan manteniendo con sus votos la España estable. Sólo desde la estabilidad política se puede avanzar para emprender estas reformas en los próximos cuatro años. Hay que construir puentes, no dinamitarlos. Buen día y hasta luego.