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Crónicas galantes

No hay modales

Dos señores que pretenden gobernar España se enzarzaron la otra noche en una reyerta tabernaria como las que a diario se perpetran en Sálvame. El aspirante Pedro Young Sánchez llamó indecente al poseedor del título de primer ministro, Mariano Rajoy, que correspondió a la gentileza con epítetos de caballero antiguo tales que ruin, mezquino, miserable y por ahí. Por fortuna, el espacio -de gran audiencia- se emitió fuera del horario infantil de la tele.

Se conoce que Sánchez, el socialdemócrata que buscó la gresca, no ha leído a Wilde. De lo contrario ya sabría que los modales son más importantes que la moral en la medida que donde no hay cortesía, padece la civilización. Empieza uno por insultar a su adversario y, burla burlando, acaba en Caracas junto al camionero Maduro, sin apenas advertirlo.

Para justificar su evidente falta de maneras, Sánchez apeló a la sinceridad, ignorando que la educación consiste exactamente en reprimir los impulsos primarios con el necesario disimulo. Pero nada. El hombre iba decidido a llamarle al pan, pan; al vino, vino, y al presidente, indecente, en la mejor tradición de los mesones españoles de carretera. El resultado fue un espectáculo más bien grasiento, aunque su promotor crea que eso le va a dar votos porque es lo que le gusta a la gente. Muy mala opinión debe de tener Sánchez de sus electores.

Cierto es que, hasta no hace mucho, la rudeza y la falta de cortesía se identificaban con la sinceridad en España, del mismo modo que en tiempos solía asociarse la falta de higiene -y el consiguiente olor corporal- con la hombría. A los machos ibéricos, incluyendo a los guapitos de cara, los precedía su reputación y sobre todo el rancio aroma de sudores acumulados tras largas semanas de enfado con la ducha.

En cuestiones de aseo hemos mejorado bastante gracias al abastecimiento de agua; pero no puede decirse lo mismo de las buenas maneras, una vez visto lo que acaba de ocurrir en el ring de la tele. Como si no hubieran pasado los siglos, Sánchez representó a la perfección la "cólera del español sentado" a la que aludía Lope de Vega hace ya más de cuatro siglos y medio.

Sorprende particularmente el lance porque Sánchez pertenece al partido socialdemócrata que, bajo el gobierno de Zapatero, tuvo el acierto de instaurar en los colegios una asignatura de Educación para la Ciudadanía. Equivalente a la que antes se conocía como Urbanidad, esa disciplina pretendía formar a los chavales en los rudimentos de la convivencia, el adecuado trato a los demás, el control de las emociones y el respeto a la amplia diversidad de religiones, culturas y formas de pensamiento. Dicho de más corta manera: a ser corteses y considerados con el prójimo.

Puede que el actual líder del PSOE, discípulo de Zapatero en tantas otras cosas, faltara a clase precisamente ese día; o que ya lo pillase algo mayor el estudio de tan provechosa asignatura. Es una pena. Aunque no lo parezca, el uso de los buenos modales resulta más bien revolucionario en este bronco país donde la naturalidad se confunde con lo zafio y la franqueza con la grosería. Basta con ver la tele.

Dicen sus seguidores que el público ha apreciado la sincera rudeza de comportamiento de Sánchez ante las cámaras, pero no estaría uno tan seguro. De perder los modales a perder las elecciones no hay más que un paso. Y ya lo ha dado.

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