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Entre bastidores

Jubilar el sistema electoral

Una de las encuestas publicadas este lunes, último día en que era posible divulgarlas según la ley electoral, daba para uno de los partidos una horquilla entre los 53 y los 67 diputados. ¡Una barbaridad! Una diferencia del 26% entre los escenarios más bajo y más alto. ¡Y eso en una encuesta que se autoconcede un margen de error del 1,9%! ¿Cómo es posible?

Es posible por el sistema electoral español. Es decir, por el mecanismo que traduce los votos ciudadanos en escaños en el Congreso. Un mecanismo basado en las circunscripciones provinciales, que favorece al primer y segundo partidos, pero deja a los demás con un pie en el aire o los condena directamente a ver como una gran parte de sus votos van a la papelera.

Hay dos mecanismos que alteran la proporcionalidad del resultado. Uno es la asignación de diputados a cada provincia; el mecanismo provoca que las menores tengan, en proporción a sus habitantes, más diputados que las mayores. En Madrid, Barcelona, ??Valencia o Sevilla los diputados son más caros en votos que en Soria, Cuenca o Teruel. Esto perjudica a los partidos de implantación más urbana, como era la izquierda cuando se diseñó el sistema, hace casi cuarenta años.

El otro mecanismo de alteración es que la mitad de las circunscripciones eligen entre uno y cinco diputados. Hay veinte que eligen entre uno y cuatro. Eso quiere decir que en dichas demarcaciones el partido que saca un 20% de los votos o menos no obtiene ningún diputado. En momentos de bipartidismo más acentuado, es habitual que el tercer partido quede por debajo del 20% e incluso del 15%, y por tanto perderá todos los votos obtenidos en muchas de las provincias. En cambio el primer y segundo partidos mojan prácticamente en todas, y no arrojarán casi ningún voto a la basura.

Este partido al que una encuesta atribuye entre 53 y 67 diputados está con un pie en cada lado a catorce provincias. En cada una de ellas, uno o dos puntos más o menos harán que esté dentro o fuera. Unos miles, o quizás unos cientos de votos harán que obtenga un diputado o ninguno. Esta es la explicación del misterio.

Naturalmente, un sistema que hace tales juegos es una ofensa al principio de proporcionalidad. Ahora que entrarán en el Congreso partidos que quieren enterrar el bipartidismo, tal vez lo podrán demostrar modificando la ley electoral para que ningún voto se pierda y para que los votos de los valencianos y de los sorianos valgan lo mismo. Mientras no sea así se estará incumpliendo la norma constitucional que define como igual el sufragio por el que se elige el Congreso.

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