La Provincia - Diario de Las Palmas

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En la despedida de un eficiente político, Alonso de Arroyo Hodgson

Existen algunas personas de la vida pública que -como los grandes músicos o escritores- quisiéramos que no se distanciaran demasiado de nosotros pues, por sus profundos conocimientos de los asuntos a tratar, nos ofrecen una garantía en cuanto al buen desempeño de su cometido.

Tal es el caso de nuestro viceconsejero de Agricultura, Alonso de Arroyo Hodgson, de quien intento reflejar algunas de sus características personales, por haberlo conocido desde mediados de los años sesenta, cuando movidos por el mismo propósito coincidimos en las aulas del primer año de carrera, en la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad de Valencia.

El hecho de proceder ambos de las Islas Canarias mejoró nuestra relación, y puesto que casi todas las personas ganan al conocerse mutuamente, poco a poco esta coincidencia casual, en la que una palabra, un pensamiento similar revelan una cierta sintonía, facilitó a esta primera simpatía ir creciendo y afirmarse en una larga y duradera amistad, esa especie de familia complementaria en la que acabamos teniendo con un extraño más confianza que con los parientes a los que nos unen lazos de sangre.

Allí compartimos alegrías y momentos difíciles, a lo largo de los cuales fui conociendo a una persona muy constante en el propósito, sensata y siempre animosa ante los contratiempos, de gran capacidad de trabajo, organizada, con concentración y predisposición para mejor captar los conceptos de las muy diversas disciplinas que se cursaban en la carrera.

Estudiante destacado, de los mejores de la promoción, en una época en la que tan sólo existían dos escuelas superiores de ingenieros igrónomos en España, las de Madrid y Valencia. Siempre se exigía mucho a sí mismo. Era de los que nuestro gran pensador José Ortega y Gasset, en su admirable libro La Rebelión de las Masas, califica como "hombres extraordinarios", a diferencia de aquellos otros que no se exigen nada "los hombres vulgares".

Distribuyendo muy bien su tiempo, nunca le faltó un rato para disfrutar con moderación de la charla con los amigos, de un partido de fútbol, una partida de dominó, o de la lectura de un sustancioso libro. Tal fue aquél tan denso, de Viktor L. Frankl -discípulo de Freud-: Psicoanálisis y Existencialismo, un análisis de la existencia humana, científica y penetrante cura de almas, estimulante de los valores morales.

Al terminar los estudios, nuestros caminos se orientaron por distintas islas, Gran Canaria y Tenerife. Entre sus mayores logros profesionales sobresale su acertada contribución en las negociaciones en la Comunidad Económica Europea, para la histórica aprobación, en febrero de 1993, de una Organización Común de Mercados para el sector del plátano comunitario, así como la del Poseican.

Sus restantes éxitos -que fueron muchos- los dejo para comentarlos a quienes mejor los conocen. Tan sólo añadir, emulando al poeta medieval Jorge Manrique:

"...sus hechos, grandes y claros

no cumple que los alabe

pues los vieron

y el mundo todo sabe

cuales fueron..."

Así transcurrieron aquellos primeros años del amigo y político excepcional, preocupado siempre por hacer las cosas lo mejor posible, perseverante, prudente y discreto, tan activo y versátil que, con él también tuve la ocasión de compartir la interesante aventura y corta experiencia -muy poco común en aquellos años- , de realizar un viaje a conocer mundo en auto-stop por España y Francia a través de la red de albergues juveniles internacionales, estratégicamente diseminados ya entonces por toda Europa.

Viejos tiempos que así representó el famoso poeta inglés William Wordsworth, que se fue a vivir entre los campesinos para inspirarse mejor:

"...pues aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,

-esa pasada juventud-,

no hay que afligirse, porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo,

en aquella primera simpatía que habiendo sido una vez, lo será para siempre."

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