La Provincia - Diario de Las Palmas

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Sol y sombra

Testigos de todo y nada

Dicen que el contacto físico segrega oxitocina, la hormona del bienestar y el placer. Por eso cuando estamos mal y alguien nos abraza nos sentimos particularmente reconfortados. Con el abrazo virtual de un emoticono se puede pretender lo mismo que con los de siempre y, sin embargo, nunca será igual. Ciertas interacciones del ser humano no resultan fáciles de sustituir; la conexión verdadera requiere el encuentro entre las personas, aseguran los psicólogos. Para enterarnos dependemos de la información verbal, pero también de la no verbal. El mundo virtual ha reemplazado, sin embargo, a la realidad, del mismo modo que el descafeinado al café.

Parecemos igual de interesados por lo que nos rodea que aquel japonés que cuando le preguntaban por París, después de haber pasado allí una temporada, respondía que aún no tenía una idea formada de la capital francesa ya que las fotos estaban aún por revelar. Ahora en los tiempos digitales es todavía peor que en los analógicos, disparamos con los teléfonos inteligentes a todo lo que se mueve porque no cuesta y mientras nos dedicamos a ellos vivimos despreocupados del resto. La retina, paralizada. Mareados por la tecnología, reaccionamos como los indios yanomamis frente al transistor cuando nos presentan el penúltimo gadget. Nos sentimos testigos de todo y, en realidad, no lo somos de nada.

Estar conectados entre sí, es decir la conexión virtual ha acabado con la conversación. También con la observación analítica. Si estamos presentes cuando algo sucede, incluida una atrocidad, en vez de reflexionar o intervenir, lo primero que hacemos es transmitir la imagen, foto, vídeo a las redes sociales, al mismo tiempo que un comentario generalmente idiota.

Disculpen, esta vez, por el uso del plural.

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