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Cartas a Gregorio

Manuel Ojeda

El espejismo de la lotería

Querido amigo, en España hay más de cuatro mil administraciones de lotería que, sumadas a otros diez mil establecimientos mixtos asociados, hacen un total de 14.000 expendedoras.

La Administración reparte 100.000 números de la Lotería de Navidad por un total de 3.315 millones de euros, de los que Apuestas del Estado se queda con el 30% de lo recaudado mientras que Hacienda le da una mordida del 20% a todos los premios que supe-ren los 2.500 euros, así que, como todos los años, el Gordo de Navidad le toca siempre al Estado.

La probabilidad de que nos toque el premio gordo a los que jugamos es del 0,001%, un puro espejismo, por lo que se puede asegurar que no hay otra apuesta con esas posibilidades que cueste tanto.

Es curioso observar que tanto los décimos de la lotería como otros impresos de apuestas tienen un tamaño similar y son lo suficientemente pequeños como para poderlos ocultar en la palma de la mano. Debe ser que están pensados para esconder la vergüenza que nos debería dar el jugar a algo tan absurdo. Pero somos así de ilusos, Gregorio.

Hay quien se empeña en buscar un número que coincida con la matrícula de su coche, la fecha de nacimiento de su hijo, el día de la boda o la suma de los años de toda la familia, como si ya fuera poco el acertar con el número que juegas para que, encima, coincida con la matrícula de tu coche o de cualquier otra chorrada que se te ocurra.

Otro zoquete es el que se va a comprar el décimo a Madrid o a otra ciudad con el argumento de que allí siempre sale. En Madrid se venden 500 millones en décimos y en Barcelona más de 400 y, como es lógico, las posibilidades de premio son mayores allí que en toda Canarias, que solo se gasta la friolera de 85 millones de euros en la Lotería de Navidad. Pero es como el tonto que se pone en la cola interminable de una administración porque le han dicho que es la que más premios da. Mira que hay que ser simplón.

También están los que quieren jugar sobre seguro y compran las diez terminaciones posibles y, claro, les toca al menos un reintegro, pero pagando los otros nueve números... para ese viaje no hacían falta alforjas. Para colmo de males, puede pasar como en el año 1931, que el premio gordo se quedó desierto. Visto lo visto, Gregorio, yo creo que el que siempre tiene suerte es el que nunca compra la lotería.

Pero, como cualquier otro totorota, yo también he comprado un décimo de la Lotería de Navidad, y lo he doblado para no saber hasta dentro de unos días si me ha tocado algo, pero es lo único que se me ocurre hacer para soportar las continuas celebraciones de los agraciados en las administraciones de cualquier par-te y que, a golpe de espumoso, nos repiten en la tele todos los años.

La semana que viene veré cuál es mi número, así que, no te rías, que a ti tampoco te va a tocar este año.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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