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Crónicas galantes

Ganó Merkel, como de costumbre

El Gobierno alemán no sabe a quién felicitar por el resultado de las elecciones en España; pero eso es porque, gane quien gane finalmente, la sede del poder seguirá estando en Berlín. Que se lo pregunten, si no, a Alexis Tsipras, el colega griego de Pablo Iglesias que desde hace unos meses aplica con puntualidad el programa que le fue impuesto por Alemania.

"No veo muy claro a quién se puede felicitar en esta situación", dijo a propósito de España Christiane Wirtz, viceportavoz del Consejo de Ministros que preside Ángela Merkel. Razón no le falta, dado que ninguno de los partidos ganó con mayoría suficiente para formar gobierno: y tampoco parece viable una coalición que evite la convocatoria de nuevos comicios.

No es que eso tenga mayor importancia. Las de España, como las de cualquier otro país deudor en Europa, eran unas elecciones meramente autonómicas en las que tan solo se decidía el nombre del presidente -o procónsul- que deberá seguir las instrucciones de Berlín. Igual da que se llame Rajoy, Sánchez o Iglesias.

Rajoy pasa por ser el favorito de Merkel, pero esa es cuestión de orden puramente secundario. Cualquiera que se haga con el gobierno de España -o el de Portugal, o el de Grecia- sabe por lógica que su política económica y social tendrá que ajustarse a los mandatos de la estricta gobernanta de Europa. O a los de quien pudiera sucederla en la cancillería alemana.

Obedientes y aplicados, los gobiernos de España no han dejado de hacer los deberes que les asignó, por su bien, la severa pedagoga Merkel. Tanto da que sean de izquierdas o de derechas. El presidente socialdemócrata Zapatero, un suponer, rebajó sueldos, congeló pensiones y retiró sus cheques-bebé tan pronto fue conminado a hacerlo por el verdadero gobierno español con sede en Berlín. El conservador Rajoy se limitó a profundizar el castigo mediante subidas de impuestos, mayores facilidades de despido, retrasos en la edad de jubilación y otras faenas similares que, cierto es, parecen haberle levantado la paletilla al país.

La receta, que la propia Merkel aplicó antes en Alemania, consiste en trabajar más, cobrar menos, pagar muchos tributos y -en resumen- apretarse el cinturón hasta que ya no queden agujeros donde ensartar el cierre de la hebilla. A cambio de tantos sacrificios, los profesores que han diseñado este tremendo programa lectivo nos prometen la salvación de la economía y, con el tiempo, el regreso a la prosperidad

Está por ver que la fórmula funcione en los países del sur de Europa con el mismo éxito que tuvo en Alemania, Holanda y otras naciones que abogan por las penitencias de Lutero. No es menos verdad, sin embargo, que los presidentes españoles -ya se llamasen Zapatero o Rajoy- se ufanaron ante Merkel de haber "hecho los deberes", en expresión más bien escolar que delata la naturaleza de la relación entre el que manda y el obediente discípulo.

Poco importa, por tanto, cual vaya a ser el próximo gobierno de España tras estas elecciones o las que acaso haya que repetir. El presidente que venga se limitará, en buena lógica, a aplicar el programa general de frugalidad en el gasto decidido hace ya una década por Alemania. Lo hicieron ya en España el socialdemócrata Zapatero y el conservador Rajoy; e incluso en Grecia un izquierdista tan radical como Tsipras. Y es que gane quien gane, la que siempre gana es Merkel.

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