Hace unas semanas fui invitada a una emocionante representación teatral en Santa Brígida, una divertida puesta en escena de la comedia de Molière El avaro. Esta adaptación formaba parte de un proyecto pedagógico muy interesante por dos motivos. Por un lado la compañía estaba conformada por una mezcla inusual: profesorado, alumnado y familias; por otro, esta obra fue el recurso utilizado en el ámbito de literatura por el profesorado de Secundaria de varios institutos de Gran Canaria.

Con mucho interés he seguido la respuesta del alumnado a este proyecto y me ha encantado comprobar que ha sido muy satisfactoria. Una de las actrices y profesora me relataba con una contagiosa emoción cómo sus alumnos, ya en el aula, la abrumaron con interesantes preguntas acerca de la simbología utilizada. Hicieron referencia a una sobrecogedora escena donde dos actrices interpretaron alegóricamente la conciencia; irrumpieron desde el final de la sala oscura, golpearon rítmicamente las palabras y las piedras que llevaban en sus manos, y con voces simultáneas, sólidas, vibrantes, nos movieron de nuestras butacas...

Llovieron las preguntas en clase: ¿por qué portaba piedras la conciencia?, ¿por qué salieron desde la cuarta pared, y en la oscuridad?, ¿por qué tapaban el rostro con sus máscaras? ¿por qué declamaron simultáneamente? ...

En educación solemos decir: "cuando hay preguntas se produce el aprendizaje". De este modo, desde la emoción de haber sentido en primera línea a Molière, el alumnado analizó todos los aspectos humanos, literarios, históricos y sociales del género y época. Felicito desde aquí a todo el equipo de este proyecto dirigido por Miguel Martín (coordinador de Proyectos de Innovación en la Dirección General de Ordenación, Innovación y Promoción Educativa del Gobierno de Canarias).

En uno de mis libros pedagógicos favoritos, Dramatización y teatro infantil. Dimensiones psicopedagógicas y expresivas, de Isabel Tejerina (doctora en Ciencias de la Educación y catedrática en la Universidad de Cantabria), la autora describe magistralmente cómo el teatro y el juego dramático constituyen un recurso pedagógico excelente para el aprendizaje y el desarrollo del ser humano. En el Reino Unido las artes escénicas forman parte de los procesos formativos desde el nivel de primaria hasta la universidad. ¡Interesante!

Yo adoro el teatro. Lo descubrí a través de mi primera profesora de EGB, Isabel. Recuerdo que con cinco años estaba convencida de que el colegio era uno de los lugares más mágicos del mundo. Ella solía animarnos a representar los cuentos que nos leía. Así que muchas de nuestras clases se transformaban en bosques de caperucitas rojas y abuelas, o casitas con ratones y ratitas presumidas, a la par que aprendíamos a leer, comprender e interpretar nuestros textos. Luego, tuve la suerte de continuar ligada a los escenarios donde tuve la suerte que conocer en profundidad el teatro de creación colectiva. Aquellos fueron años entrañables de formación en destrezas que aún siguen conmigo. Ahora, con cierta nostalgia, me pregunto en qué momento el colegio dejó de ser para mí ese espacio de emoción, creatividad y aprendizaje. Supongo que ocurrió demasiado pronto?

Me he criado entre biberones y claustros, y como consecuencia, mi vida profesional siempre estuvo ligada a la docencia en distintos ámbitos y especialidades, pero no fue hasta hace siete años cuando tuve la oportunidad de redescubrir la esencia de la educación, y con ello, la diferencia entre enseñante y educador. Ha sido un periodo fascinante que me ha permitido compartir con muchos docentes otras praxis educativas más holísticas. He constatado que es en la etapa infantil donde los docentes encuentran un espacio maravilloso para desarrollar una educación integral, y que aspectos como la creatividad, la curiosidad, la investigación, la experimentación, la colaboración, la cooperación, la diversidad son elementos valiosísimos en el aprendizaje, y además ¡los niños y niñas son tan felices! Sin embargo a medida que la etapa escolar sube peldaños; primaria, secundaria, ciclos formativos y universidad, las aulas van perdiendo poco a poco estos valores. Surge la especialización, y el currículum parece que nos hace olvidar qué significa el aprendizaje para la vida.

Me preocupan algunas cuestiones: ¿por qué nuestros niños y niñas, nuestros jóvenes, se aburren y afirman no ser felices en la escuela? ¿Por qué hay resistencia a admitir que los procesos cooperativos, creativos y emocionales son compatibles con procesos de producción? ¿Por qué no se entienden la interculturalidad, la diversidad, la pluralidad como una oportunidad y no un inconveniente?

A mi entender, las claves están identificadas en el Informe presentado en la Unesco por la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI. Este informe identificaba cuatro pilares básicos de la educación que comparto plenamente: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser.

Es obvio que el sistema educativo debe cambiar, de hecho ¡ya está cambiando! Bajo estos preceptos, cientos de experiencias docentes en todo el país nos demuestran cada día que otra educación es posible. Para constatarlo, nada mejor que leer los relatos de experiencias educativas innovadoras y exitosas, que Rodrigo J. García nos describe magistralmente en su blog, "Escuelas en Red". Proyectos educativos, que como El Avaro se están realizando desde la convicción y el compromiso en la escuela pública.

Otro ejemplo de la voluntad de cambio ha sido la nueva asignatura que la Consejería de Educación en Canarias ha introducido en el currículum: Educación Emocional y para la Creatividad [... una oportunidad única para el profesorado de educar niños y niñas para que aprendan a ser felices, y tengan mayor éxito en las escuelas?].

Es el momento también de observar con atención qué está ocurriendo desde la educación no formal. Muchas personas encuentran en estos espacios una nueva oportunidad de aprendizaje, un modus operandi diferente donde el currículum no es el que lleva la batuta, y los exámenes no determinan el conocimiento. Bill Gates afirmaba hace unas semanas que iba a basar su contratación en habilidades y no en títulos. Por otro lado, la Unión Europea, ha hecho un llamamiento a los estados miembros para que en el año 2018 se establezcan procesos de validación y reconocimiento de la educación no formal, ¡interesante!

Hace unos meses que participo con entusiasmo en los foros de debate que organiza Catpe (Centro Atlántico de Pensamiento Estratégico). La educación, sustento de esta incipiente Sociedad del Conocimiento, es uno de nuestros ámbitos de disertación. Confío en que en esta nueva etapa todos los estamentos seamos capaces de construir con rigurosidad, generosidad, creatividad y cooperación un nuevo modelo educativo. En mi caso, reivindico con absoluta convicción una educación holística, donde el ámbito de las humanidades, las artes, el pensamiento crítico, la cooperación, la interculturalidad y la tecnología constituyan escenarios y recursos de aprendizaje. ¡Aprender para la Vida!

(*) Presidenta de MeSumaría y miembro del Foro Catpe Gran Canaria