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Cine 'Macbeth'

Trono de sangre

La suerte de William Shakespeare con las adaptaciones cinematográficas de algunas de sus obras de teatro ha sido desigual. Entre las mejores, a mi juicio, se encuentran dos adaptaciones que tienen como base precisamente su tragedia escocesa extraída de las Crónicas de Holinshed: Macbeth (1971), de Roman Polanski, y Trono de sangre (1957), de Akira Kurosawa, que sitúa la acción en el Japón imperial. A éstas se suma ahora la nueva versión de Justin Kurzel, otrora director de Snowtown, con Michael Fassbender y Marion Cotillard en los papeles principales. Tanto Fassbender como Cotillard demuestran que todavía es posible recuperar la química de la que en su momento hicieron gala parejas estelares como Lawrence Olivier y Vivien Leigh.

Las Crónicas de Holinshed dedican sólo dos párrafos a Macbeth, un legendario guerrero escocés que logró hacerse con el trono de Escocia mediante crímenes, fue a su vez asesinado por los suyos y le sucedió el hijo de una de las víctimas. Con estos mimbres Shakespeare consiguió hacer una de sus mejores obras sobre la condición humana: "El más cercano a nuestra sangre es el más cercano a verterla". En la versión que nos ocupa, Kurzel sustituye la sutileza de las palabras de Shakespeare por la contundencia, como si el director quisiera transmitir la violencia latente del argumento a través del propio relato cinematográfico.

El interés de Macbeth viene dado por su elaborada construcción visual, de obvia contundencia poética. De hecho, la obra de Shakespeare es un mero punto de partida para el cineasta australiano, cuyo fin es el de construir una película intensamente personal, existiendo mucha más complicidad entre el director de fotografía Adam Arkapaw y Kurzel que entre éste y el dramaturgo inglés. Kurzel elabora una película aliando lo bello con lo repulsivo gracias a la elegancia de su estilo. Agradable estremecimiento que combina un tenue ralentí con un majestuoso plano general, lacerantes primeros planos con cortos y envolventes travellings, cercando a los personajes entre el campo del encuadre y la pétrea malignidad del suntuoso decorado.

Filme durísimo moralmente, Macbeth indaga con extrema dureza en los más ambiguos y contradictorios sentimientos que determinan nuestros actos, marcándonos en cierto modo el destino. La fragilidad de la naturaleza humana, zarandeada por lo instintivo y voluble de sus emociones, por su hipersensibilidad hacia el mal, y su gusto por la violencia, se engarzan en un relato que seduce e hipnotiza. Muy alejada de los planteamientos visuales de anteriores adaptaciones, el verdadero valor de Macbeth no es literario ni discursivo, sino estrictamente cinematográfico. Y ello es mérito de Kurzel, el primer director que ha entendido la letra y el espíritu de la obra de Shakespeare.

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