En los últimos años la incidencia del cáncer de mama en mujeres jóvenes se ha multiplicado, coincidiendo, entre otros factores, con la incorporación masiva de éstas al mercado laboral. ¿Casualidad? Millones de años atrás, y hasta hace poco más de medio siglo -evolutivamente podríamos hablar de ayer mismo-, las mujeres permanecían en los hogares con la importante misión de proteger la prole mientras los hombres salían a cazar. Así, en las familias existía una organización muy bien definida que aseguraba su pervivencia, en la que los hombres eran, por regla general, meros proveedores de alimentos y fieles soldados ante una posible amenaza exterior, y las mujeres se encargaban de todo los demás.

Hoy en día muchas mujeres jóvenes mantienen intactas todas sus obligaciones dentro del hogar, además de competir con los hombres en la jungla, muy a menudo hostil, del mundo laboral, para contribuir así a la subsistencia de la familia. Ello implica exigencias que a menudo conllevan una fractura del equilibrio físico y mental necesario para nuestro organismo, que es la primera gran barrera protectora ante cualquier tipo de enfermedad. Cuando las demandas de nuestro entorno, de manera continuada, nos superan, podemos entrar en un peligroso estado de estrés crónico que no es sencillo revertir, y cuyas consecuencias pueden ser fatales. Cuando esta barrera tan importante se debilita debemos saber escuchar las primeras señales de alarma y darles la importancia que merecen. Así, la primera pregunta que deberías hacerte es: ¿he roto ese equilibrio necesario para que mi cuerpo y mi mente funcionen correctamente? Aunque no hayas reparado en ello antes, es una pregunta muy fácil de responder si dedicas un poco de tiempo a reflexionar sobre esta cuestión.

Los hombres salían a cazar durante días o semanas enteras sin atender ningún tipo de responsabilidades dentro del hogar, por lo que ahora les es más fácil mantener una actividad que les sirva de válvula de escape para aliviar sus tensiones. Unos el fútbol, otros el bar con los amigos o sencillamente agarrar la caña durante horas para no pescar nada. Los hombres están preparados para desconectar de las responsabilidades cotidianas del hogar porque lo han hecho durante millones de años. Las mujeres, en cambio, especialmente las mujeres con hijos, ¿cuándo desconectan ellas de sus responsabilidades familiares? Las mujeres han aprendido a competir con los hombres y a superarlos en muchas facetas. En la mayoría de ellas, por ser rigurosos. Esto es indiscutible. Pero tengo mis dudas sobre si han sido capaces de aprender las estrategias que les permitan "desconectar" de sus obligaciones como lo hacen, por regla general, los hombres.

En mis paseos matutinos por la calle Triana puedo observar a muchas mujeres apurando su primer café sentadas en las terrazas de las cafeterías cercanas a su puesto de trabajo. Preparándose para un duro día de batalla entre humo de cigarros. Mujeres que trabajan en casa y fuera de ella, que trabajan más y mejor que los hombres. Que por regla general fuman ya más que ellos y cada vez, afortunadamente, ocupan puestos de mayor responsabilidad dentro de las organizaciones empresariales, pero que también ello les reporta mayores responsabilidades y preocupaciones. La mayoría, a buen seguro, tendrán ya hijos. Algunas valientes incluso más de uno. Habrán madrugado para prepararles el desayuno y acicalarlos antes de dejarlos en la guardería, colegio o con sus abuelos, para luego incorporarse a toda prisa a sus quehaceres profesionales. Después de su jornada de trabajo, o entremedias, también a toda prisa, de nuevo hay que atender a los niños, y a la casa, donde en el mejor de los casos existe un pacto con la pareja de compartir tareas, y además ese pacto se cumple. Eso es harina de otro costal.

No discuto la importancia de los factores genéticos en el desarrollo del cáncer de mama u otras enfermedades que nos azotan en la actualidad. Ni la contribución de la medicina moderna a la prevención y la lucha contra sus consecuencias. Pero la mayor contribución a nuestro bienestar ya nos la adelantó un poeta latino del siglo primero, Décimo Junio Juvenal, con su célebre afirmación "Mens sana in corpore sano".

Desde luego la solución no pasa por una vuelta de las mujeres al hogar ¡Solo nos faltaba eso! Pero creo que es necesario conciliar mejor la vida familiar y la vida laboral, pues la mayor parte del peso recae hoy en día sobre la mujer. Y las mujeres han demostra-do de manera secular estar acostumbradas a cargar con el peso que sea necesario para sacar a su familia adelante aunque ello conlleve perder la salud por el camino, como desgraciadamen-te cada vez vemos con más frecuencia. Hacerse la primera pregunta a tiempo, ¿he roto el equilibrio necesario para que mi cuerpo y mi mente puedan funcionar correctamente?, es crucial para evitar la aparición de cualquier enfermedad.