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Javier Durán

Desviaciones

Javier Durán

Los morosos, una línea roja para el pacto

La publicación de la lista de morosos de Hacienda ataca a la metástasis nacional: los que viven, disfrutan, presumen y se enriquecen pese a no pagar impuestos. La evolución de la economía, el cambio político por las urnas o con pactos, se queda en poca cosa al ver la ristra de nombres puesta en circulación por el ministro Montoro, y que viene a reconocer cuán difícil es hincarle el diente a esta gente con cuentas pendientes con el Estado. Puede llegar el siglo XXII, con un ministro del ramo de una fuerza política ahora inexistente (por supuesto que ajena al bipartidismo), y ahí estarán igual que momias amortajadas con primor los Mario Conde o los Ruiz Mateos, especialistas en enredar en tribunales, ocultar propiedades, zascandilear embargos y pasarse por el forro las inspecciones. Nada menos que 16.000 millones de euros de casi 5.000 titulares en situación volátil, es decir, dispuestos uno detrás de otros como una costra pegada a la superestructura: irremediablemente, impagados.

No creo que se den por aludidos y que el día después de la puesta en circulación del bando se acerquen por la ventanilla de rigor y extiendan un cheque con el total de la deuda, ni tampoco que se escondan tras las cortinas para evitar ser señalados por la calle, reprendidos por sus amistades o censurados en los salones donde se corta el bacalao. Ahora que su majestad Felipe VI se refiere tanto al vigor de este país para afrontar sus deconstrucciones, conviene recordar también que convivimos desde la noche de los tiempos con una camada de pícaros expertos en extraer el tuétano del sistema hasta dejarlo exhausto. Me parece bien que salgan a la luz cálculos para dar a conocer qué se podría hacer con tamaña cantidad, qué asistencias se podrían cubrir, pues debido a esta corrupción (hay que llamarla así, sin ambages) crecen los damnificados que suspiran por conseguir algo mejor para sus vidas.

Hablamos de un problema crónico. Desconozco cómo se lo montan en otros países de nuestra órbita con los morosos, y si pese a tener tal condición pueden disfrutar largamente de los beneficios del bienestar social, es decir, sanidad o educación pública, o si se les permite acceder o no a subvenciones fomentadoras del empleo en Andalucía o Galicia aunque tengan una grandiosa deuda encima con la Hacienda estatal. De todo hay en un país donde la ingeniería financiera se une a la impositiva, y donde el Estado, finalmente, reconoce con la publicación de una lista que existen personalidades, personajes, empresas y chiringuitos a los que es imposible hacerles pagar sus impuestos. Al final, el leviatán parece tirar la toalla y levantar acta, ante la llegada de otros a Moncloa, sobre cuál es la situación de la picaresca nacional. Y eso que hubo una amnistía fiscal para los que tenían huchas en paraísos.

Puestos en contexto, elucubrar con la idea de que esta reserva monetaria de complejo cobro parece no estar ahí desde los tiempos del PP, sino que empezó a coger forma desde los tiempos socialistas, quizás hasta más atrás de ZP, quizás hasta con FP, y que año tras año engorda como una Moby Dick debido a los intereses. Se trata, entonces, de un montante rancio, alimentado de calamidades empresariales, nombres caídos en desgracia, rutinas provenientes de la gran crisis, desfalcos, apalancamientos sistémicos... Y por encima de ellos, contables volcados en el maquillaje financiero, hundidos en unas ojeras que se multiplican a medida que aumenta el ritmo de los sabuesos enviados por el Ministerio, desesperados por hacerse con la presa, dispuestos a una negociación que llevar a la mesa de sus jefes, deseosos de cerrar el año con una victoria frente a los defraudadores, ilusionados con la idea de superar el reto? Sólo ellos saben si en la lista es-tán todos. Sólo ellos tienen la certeza de que está completa, que la cloaca no tiene ninguna bifurcación que enlaza con otros nombres que vienen de la época de la UCD y que quedaron para siempre en reposo, perdidos en una amnistía negociada en cualquier despacho, sin decreto, deudas que quedaron apagadas, cristalizadas, bajo el "no te preocupes, se puede arreglar". Y otras que nacieron con el Régimen, en el volcán económico del desarrollismo, y que se fueron tras las toneladas de mármol que cayeron sobre el enjuto Franco, sin apunte contable alguno en el solemne Ministerio.

Ya hablé sin especial énfasis de las palabras desde el Palacio Real, lugar cruzado por ventiscas de fantasmas patrios que agarran y sueltan el corazón. Ahora tenemos el ojo abierto en canal sobre las negociaciones de los cuarteles generales, que hacen sudokus sobre cuál es el refrito ideal después de los resultados electorales del 20-D. Pero no perdamos de vista la profundidad de la lucha de los poderes (¿existen lo poderes fácticos? Jejeje jejeje) por no perder el trozo de tocino, por tener como mal menor el salir de vez en cuando en una lista de morosos, sin más consecuencias que ser un deudor de Hacienda, algo que se lleva bien en España, que no te convierte en un apestado? Si me apuras, hasta te admiran y te dan un consultorio fiscal, o rompes las ventas en la librerías. Mientras ello no cambie. ¡Que lo pongan en el pacto!

¡Que sea una línea roja!

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