La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Perspectiva

Rabat: ahí enfrente

Muchos años hacía que no volvía a Rabat, ciudad que recordaba como merecedora de la palabra francesa sale (suciedad), nombre de un pueblo hoy unido a la capital de Marruecos. La denominación de la ciudad viene de ribat (campamento fortificado), construido por el sultán almohade Abd Al-Mumin. Rabat es una maravillosa exposición, al aire libre, de altas murallas, en marrón terroso, incrustadas de torreones, con primorosas puertas de herradura. Murallas que se hacen infinitas en sus vueltas y revueltas, dentro y fuera de la ciudad, al fondo de la que, en una inmensa llanura, corre el Bouregreg, río de plata, que refleja los rayos del sol cálido y casi constante, que me hace renegar del frío que estos días se hospeda en Madrid. Pregunten a Paul Bowles y Goytisolo.

Los romanos estuvieron en este lugar desde el año 40 d.C. hasta el 250. De su estancia en Marruecos quedó para siempre la leyenda de Calypso y su isla, cercana a la isla de Perejil, célebre, por otros motivos, en este siglo. Homero, en el canto VIII de la Odisea, hace una viva descripción de la isla de Calypso, donde Odiseo (Ulises) cayó prendado de la ninfa. La leyenda continúa, con las hazañas y las columnas y la cueva de Hércules. Pero es en Rabat donde todavía se pueden ver las ruinas del campamento de Chellah, donde otros pueblos se cobijaron, bajo las sombras de los ficus, olivos y moreras. Decenas de cigüeñas se han hecho legítimas propietarias de las murallas, rivalizando, en su plumaje, con los uniformes rojos de los guardias que custodian los monumentos, algunos de ellos montados en bellos caballos árabes, mientras las cigueñas vigilan desde las almenas de las murallas. Tan solo por visitar estas ruinas y las kilométricas murallas vale la pena venir a Rabat. De propina visitar la kasbah de los Udayas. Casas pintadas, en azul y blanco, las calles estrechas, desordenadas, el eterno olor de sudores heredados, la humanidad que se absorbe a oleadas, sal, espíritus y yinn, que me recuerdan a la Medina de Argel, cuyas casas se desparraman hasta llegar a un sentimental -para mí- campo de dragos. Al pie del acantilado, que vigila las anchas playas que engordan y adelgazan las activas mareas, aspirar la humedad del Atlántico.

La diversidad llegó cuando el francés Lyautey hizo de Rabat la capital de Marruecos y cuando los USA instalaron una base aérea, felizmente desmontada por orden de Mohamed V.

Pues bien, Rabat muestra otra cara. Es una ciudad más limpia, más dinámica, con amplias avenidas por las que circulan miles de coches, fabricados en Europa. El esfuerzo en infraestructura es notable. Autopistas bien asfaltadas, puentes modernos y estéticos que cruzan el río, túneles, un conjunto de aciertos que aportan la movilidad en la que antes no se podía ni soñar. Las mujeres caminan por los bulevares y avenidas con y sin velos. Te miran, te juzgan y hasta te sonríen. En puro contraste, el bulevar de Mohamed V estaba tomado por cientos de empleados de la sanidad, junto a estudiantes de medicina, que reclamaban pacíficamente mejoras, sin intervención de la policía. Los artesanos siguen haciendo arte, con sus espléndidos tapices, en marquetería son verdaderos maestros, cincelando puertas y ventanas, con el sello mágico de Oriente. Pero la muestra definitiva de la espléndida artesanía es la tumba de Hassan II, con sus tejados verdes y las paredes labradas, golpe a golpe, en una sinfonía de infinitas piezas blancas, que podrían alinearse tras la maravilla del Taj Mahal, en la ciudad hindú de Agra.

Marruecos avanza. En el campo de la hidráulica, el supremo manantial del Atlas desparrana nieve y agua, fertilizando los campos. A lo largo de su territorio se contabilizan 135 embalses, de los cuales siete tienen muros de presa superiores a 100m de altura. La mayor capacidad de embalse la acapara Al Wanda, en el río Sebu, con 3.800 M m.c, seguido de Al Massira con 2.760. De estos embalses 57 producen energía eléctrica, completada con plantas desalinizadoras. Nuevas viviendas se extienden por el país, sustituyendo chozas y viejas casas, al mismo tiempo que intentan cubrir la creciente demanda interna.

Interesante y agradable el Congreso Internacional sobre reutilización de aguas residuales, celebrado en Rabat, donde tuve el honor de disfrutar un almuerzo privado, junto a mi esposa, Milagros Couchoud, presidenta del Instituto Mediterráneo del Agua, con nuestra amiga, la guapa e inteligente ministra marroquí del Agua, la Excma. Sra. Charafat Afailal, en el magnífico marco de la Marina de Sale, a orillas del río Bouregreg. Un cuscús delicioso.

Volveré en la primavera a Rabat, a disfrutar del olor de sus rosas y de la amabilidad de su gen-te, de la misma manera que se regresa a Wagner, a Mozart, Bach o Beethoven y, mientras tanto, alabaré la suerte que me ha llevado a ampliar mis amistades en Marruecos.

Compartir el artículo

stats