La Provincia - Diario de Las Palmas

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El análisis

España: significante, significado

"Dejar morir al enfermo por miedo a matarle, o matarlo por miedo a que se muera".

('Niebla', Miguel de Unamuno)

Aquejada por factores exógenos cambiantes que la han superado (la pandemia de una globalización incierta y plutocrática; la revolución digital, técnica y bioquímica; integrada en una Unión Europea determinada por un espacio físico-económico común, pero sin Estado General Común), España, desubicada, sufre de factores endógenos más graves: el atávico-endémico, generado por aquellos que defienden una España e historia, parcialmente contada, reduccionista, e impuesta hasta la transición que impide un entendimiento y armonización con los que piensan de forma distinta.

La España actual no se entiende, ni se siente igual en Madrid, Castilla-La Mancha y Castilla y León que en Andalucía, Galicia, Extremadura, Asturias, Murcia, Cataluña, Canarias, Euskadi, Melilla, Navarra, Ceuta, Valencia, Cantabria, Aragón, Baleares, o la Rioja. Su significante, España, choca y es causa de distintas concepciones, al margen de voluntades.

España no es Castilla y esta tiene que empezar a aceptarlo; son tres comunidades más, sin poderes sobre las catorce restantes. Deben olvidar los privilegios de Isabel y Fernando, así como las bulas papales que les alimentaban. No reconocer y aceptar este hecho es vivir de espaldas a la realidad. Las distintas culturas, marcadas, además, por lenguas distintas expresan una voluntad de ser vinculadas a sus territorios y costumbres, al igual que aquellas otras comunidades que hoy hablan castellano y que, aunque sus lenguas originales hayan sido marginadas, cuando no barridas, conservan profundos matices culturales que brillan con luz propia y les diferencian. Es imprescindible el reconocimiento mutuo si queremos mantener una voluntad general común.

Es incuestionable que, internacionalmente, se habla del español y no del castellano, como lengua oficial. Tiempo ha, pasó a considerarse la lengua castellana, como lengua española y viceversa; ello ha incidido en el concepto político de España, como integrante de diversas lenguas y culturas que la constitución del 78 pretendió solventar, en su Art. 3.1 Sin embargo, es evidente el daño ocasionado a la convivencia por nostálgicos centralistas, arrimados a una parte de la Iglesia más conservadora, e identificados en un importante sector del PP que, acaba de agotar una legislatura envenenando las re-laciones con Cataluña, al manejar al Tribunal Constitucional que rechazó el Estatuto aprobado por el Parlamento catalán y las Cortes Generales, por un lado y, por otro, mandando a su ministro de Cultura a "españolizarlos" porque "-no tenía sentido una historia de España no compartida", dixit. Los partidos de ambos gobiernos, central y catalán, son ejemplos de nepotismo que cuentan entre sus militantes más importantes y significados, corruptos y pícaros que están impidiendo con sus actitudes una reforma necesaria y consensuada de la Constitución de la que hay que hablar; se sea nacionalista, o centralista; sin miedos.

En su contrato social, Rousseau distingue, perfectamente, por qué "la soberanía es inalienable mientras se mantenga la armonía entre la voluntad particular y la general"; considera "absurdo que la voluntad se eche cadenas para el porvenir y porque no depende de ninguna voluntad el consentir en nada que sea contrario al bien del ser que quiere". En el capítulo II, trata sobre la indivisibilidad de la soberanía, por las mismas razones que la considera inalienable, afirmando que "la voluntad es general, o no lo es; es la del cuerpo del pueblo o solamente de una parte de él". Matiza que, para que una voluntad sea general no siempre es necesario que sea unánime, pero sí es preciso que todas las voces sean tenidas en cuenta y que una exclusión formal rompe la generalidad. Esto lo escribía hace dos siglos y España sigue sin entenderlo

Como sigue sin entender a Ortega y Gasset, cuando en La Rebelión de las Masas afirmaba, hace casi un siglo: "lo que en una cierta fecha parecía constituir la nacionalidad aparece negado en una fecha posterior". Se refería a la necesidad de casar dos principios que consideraba en radical contraposición; uno, el de tribu, comarca, ducado, reino con su idioma y dialecto; otro que, "salta libérrimo" sobre aquellos y que postula como unidad lo que aquellos consideraban en radical contraposición". Ortega los llamaba particularismos; era otra época y otras sus circunstancias donde las libertades estaban limitadas por el concepto del Estado- Nación.

Estamos en el siglo XXI y el concepto, o los conceptos del Estado- Nación del XIX y el XX como banderas de soberanía, no vale, ya no existen. Ya no la determina una religión, ni sistemas autárquicos, ni dictaduras, ni liberales, o socialdemócratas, ni comunistas, asamblearios, ni siquiera los territorios. La soberanía, como la entendíamos, efluyó (sus sectores más importantes y simbólicos: Energías, telecomunicaciones, Banca, ejército, comercio...) hacia organismos supranacionales, en nuestro caso la Unión Europea y, una vez centrifugada, hacia organismos internacionales privados, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial de Comercio, OCDE, Club de París y Banco Internacional de Pagos, donde está concentrado el verdadero poder mundial, la plutocracia. Es una realidad que camina sola, impuesta y aceptada, la globalización, aparentemente inalcanzable; los neoconservadores americanos consiguieron imponer su modelo único, tras la caída del Muro de Berlín, dejando a la ONU, de hecho, un papel cuasi testimonial, con un Consejo de Seguridad destinado al lavado de cara. ¿De qué soberanía se habla en España, entonces, en estas circunstancias?

Hay que evitar repetir la historia de España, cuando ésta quedó relegada del Congreso de Viena de 1814/15, de la Conferencia de Berlín de 1885, Tratado de París de 1898 y tantos otros, incluido el s. XX, hasta la democracia actual, por las mismas razones: corrupción y peleas internas. Prefirieron preservar el poder interno, conservar su estatus a cambio del subdesarrollo y el consiguiente aislamiento y vasallaje a las potencias dominantes; antes de Franco y con él. Esta impostura que parecía olvidada con la muerte del Franco, la Constitución del 78, la pertenencia a la Unión Europea y la llegada de la globalización, ha vuelto a asomar, aunque, afortunadamente, al ser otras las circunstancias será imposible repetir la historia.

Llegados aquí, es obligado aceptar que unos se sientan más españoles que otros y, de ahí, la necesidad de propiciar el diálogo, con respeto y reconocimiento mutuos. El significante, España, su asunción general, lo sigue lastrando un importante sector social que se apropia su nombre, para identificarla con una historia incompleta y sesgada. Tienen todo el derecho a defender sus ideas, pero no el dominio de ellas sobre las demás. Existe el nacionalismo español y, otros, como el nacionalismo catalán, el vasco, el gallego, el canario... y existen no nacionalistas, centralistas, federalistas y autonomistas que deberían tener presente a Ortega, en su Prólogo para franceses, cuando dice: "El hombre no es nunca un primer hombre: comienza desde luego a existir sobre cierta altitud de pretérito amontonado... lo importante es la memoria de los errores que nos permite no cometer los mismos siempre", y cita a Nietzsche cuando define al "hombre superior como el ser de la más larga memoria" y a Dupont-Withe, cuando afirma: "La continuidad es el derecho del hombre: ella es un homenaje a todo lo que le distingue de la bestia".

Los electos en las Elecciones Generales del 20D tendrán la responsabilidad de decidir al respecto y, además, estar muy atentos a los acontecimientos internacionales. Los de Francia, Malí y Túnez nos afectan, directamente, y han puesto de manifiesto la existencia de vasos comunicantes, entre la banca, la industria armamentista y del petróleo, el comercio internacional y los paraísos fiscales, muy familiar para los servicios de inteligencia de muchos países. Me pregunto: ¿controlan, realmente, los gobiernos occidentales los nexos de sus industrias armamentísticas y servicios secretos, o sólo hacen de cómplices apagafuegos? ¿Estamos viviendo las consecuencias de la liberalización, también, de la muerte? El Estado Islámico se sabe compuesto de fanáticos y mercenarios contra el Estado sirio. Ucrania vende armamento a Qatar, a través de Bulgaria y Turquía, destinado al Estado Islámico, contra Siria; el EI vende petróleo barato a una empresa de Bilal Erdogan, hijo del presidente de Turquía. Rusia sufre la baja de un avión militar, en su defensa de Siria y muestra al mundo las pruebas del mercadeo. Alemania y Emiratos Árabes Unidos copresiden un Grupo de Trabajo, en el que también participan el Grupo de Amigos del Pueblo Sirio, con la idea de llevar a cabo una especie de Plan Marshall en Siria. Israel y Arabia Saudí negocian, en secreto, la creación de una Fuerza Árabe Común, bajo los auspicios de la Liga Árabe y órdenes de Israel. Israel atiende a los yihadistas heridos del EI en el ZIV Medical Centre de Israel. La UE da tres mil millones de euros a Turquía para los refugiados. Francia se ve obligada a buscar nuevos aliados para la guerra de Siria, al fallarle su proyecto original de eliminar a El Asad y su ejército, para lo que contaba con el apoyo de Hillary Clinton, otros halcones de su partido, e Israel; las finanzas correrían a cargo de Turquía, Qatar y Arabia Saudí; también contribuirían las multinacionales Exxon-Mobil, KKR (fondo de inversión), y Academi, antes Blackwater (ejército privado que participó en la Guerra de Irak, muy próximo al gobierno federal de EE UU y, sobre todo, a los Bush, Rumsfeld y Cheney). Ahora, junto con Israel, parece buscar la creación de un nuevo Estado independiente, al norte de Irak y Siria. Prisas de Cameron por apoyar a Francia en el conflicto, puede estar detrás el Tratado de Lancaster House de 2010. Todos ayudando a Siria, ejerciendo sus derechos en el libre mercado de la muerte.

España no está capacitada para participar sola y, mucho menos dividida, en este baile de intereses cuando no dispone de medios más que los estratégicos, salvo que prefiera seguir siendo simple figurante. Por ello hay que afrontar la reforma constitucional, para reordenar el poder doméstico y su cohesión interna, de urgente necesidad, haciendo que sus ciudadanos se sientan copartícipes del papel que la Península Ibérica, incluida Portugal y respectivos archipiélagos pueden jugar como miembros de la UE, en su entorno territorial inmediato al mundo árabe. Crear ilusión necesita dedicación plena. Siglos mirando hacia atrás han impedido ser alguien. Es necesario un nuevo proyecto político común, no marca comercial, que vaya en el camino de una filosofía de vida en la que las personas y su bienestar sea el objetivo de todos los actores políticos y sociales. Podría ser una Federación Ibérica. Están los mimbres. Sin prisas.

Afirma, Giovanni Sartori, que "el intento primario del pluralismo es asegurar la paz intercultural, no fomentar una hostilidad entre culturas". No basta con reconocer, sino que "un contexto pluralista postula un reconocimiento recíproco". Añade que "el pluralismo es hijo de la tolerancia y, por tanto, está llamado a desconocer una intolerancia que es, en resumidas cuentas, un odio cultural que reivindica una superioridad cultural alternativa". Entiende que "una sociedad inflamada de pasiones y demasiado emotiva tiende más a encerrarse que a abrirse", y me permito añadir, refiérase tanto a culturas y naciones, como a religiones; en este sentido, regreso a Rousseau que siendo cristiano, en su Contrato Social, capítulo VIII de su libro tercero sobre De la Religión Civil, dice: "Cada cual puede tener, por lo demás, las opiniones que le plazca, sin que necesite enterarse de ello el soberano; porque como no tiene ninguna competencia en el otro mundo, cualquiera que sea la suerte de los súbditos en una vida postrera, no es asunto que a él competa, con tal que sean buenos ciudadanos en esta". Habla de "profesión de fe, puramente civil, cuyos artículos corresponde fijar al soberano, no, precisamente, como dogmas de religión sino como sentimientos de sociabilidad, sin los cuales es imposible ser buen ciudadano, ni súbdito fiel". Señalaba dogmas positivos, entre ellos, la existencia de la Divinidad poderosa, la felicidad de los justos, el castigo de los malos, la santidad del contrato social y de las leyes. En cuanto a los negativos, los reducía a uno solo: la intolerancia.

Todos los electos deben ser conscientes de que nos jugamos mucho sobre valores y futuro de nuestra sociedad: su cultura, su arraigo, su bienestar, su libertad, su trabajo, sus creencias y, sobre todo, la búsqueda de su voluntad general, con preferencia a los valores universales, por delante de objetivos de mercados, tal vez usando a Max Weber, que pensaba que los objetivos "nos llevan a una noche polar de oscuridad y helada, en la que la racionalización creciente atrapa a los individuos en una jaula de hierro de control racional, basado en reglas". En su análisis sobre la burocracia llegó a manifestar con respecto al Este, que debido a la abolición del mercado libre y sus mecanismos, llevaría a la sobreburocratización, antes que al alejamiento del Estado. Con la Unión Soviética, atinó. ¿No está ocurriendo, hoy, lo mismo con la globalización, con su intromisión en la economía de mercado, la eliminación del estado del bienestar, en favor de los oligopolios, multinacionales, banca y sinvergüenzas, aunque se digan liberales? Ambos sistemas con un objetivo común: eliminar a las clases medias. El/los amo/s y los siervos. Sin puentes entre el poder omnímodo y la ciudadanía, solo el poder político-administrativo sojuzgado.

Considero obligada la lectura del informe del Consejo de Estado de 2006, presidido, entonces, por el profesor Rubio Llorente y que puede servir de base al plantear la Reforma Constitucional para retocar la organización territorial y delimitar las competencias, con vocación permanente, por el procedimiento fijado en el Art. 168 de la Constitución, pasando las competencias autonómicas de los Estatutos a la Carta Magna y, por consiguiente también, la Reforma del Senado; modificar los aspectos hereditarios de género de la Corona, entre otras consideraciones.

Creo que un asunto más a resolver es el abuso de la lengua oficial, castellano-español, como arma política sobre las demás. La denominación de español, como ciudadano, en simbiosis con la denominación de español, como idioma, confunde y, en muchas ocasiones, causa enfrentamientos que son necesarios superar, no solo con buena voluntad. Hay que ser valientes.

Igualmente, las banderas como símbolos tienen valores, claro que sí. Pero la historia y el desarrollo social y humano no se pueden detener para asirse a símbolos, sino que estos, "deben permanecer como representación de convivencia acumulada, sin símbolos, sólo colores representativos de ese sentir nuevo". Quiero defender mi bandera tricolor de siete estrellas verdes y, al mismo tiempo, poder verme representado en la del Estado general, sin símbolos.

Las confesiones religiosas, en general, sus derechos, deben estar amparadas por la Constitución, solo en cuanto a derecho individual, de asociación y libertad de expresión, sin privilegios de unas sobre otras, por lo que considero que los mismos deben abolirse de la Constitución / 78.

La cuestión de la Monarquía, o República si no es presidencialista y, siendo ambas instituciones sólo representativas, sólo modificaría, en esta Reforma necesaria, lo apuntado por el profesor Rubio Llorente.

Respecto a las Cortes Generales es evidente la necesidad de adaptarlas a la realidad actual. En cuanto a circunscripciones, el Senado como Cámara Territorial, deberá señalar lista única por Comunidad, así como la incompatibilidad de los electos, con cualquier otro cargo público. Pienso en 2 senadores por Comunidad y el resto en función del número de habitantes y situaciones especiales. De esta forma los senadores vendrán obligados a empaparse de los problemas propios de su Territorio y a su defensa, ante los generales y los propios de otros Territorios. Con mayor razón, si prosperara la propuesta del profesor Rubio Llorente. El Senado podrá vetar leyes aprobadas por el Congreso de los Diputados, cuando se opongan a ello un porcentaje mínimo de la Cámara. De igual necesidad es la modificación del sistema electoral para permitir listas abiertas, por un lado y una segunda vuelta para el candidato a la presidencia del Gobierno que no consiga mayoría en la primera.

Sin rubor, manifiesto mi condición de canario, pequeño burgués de clase media, pero comprometido con mis conciudadanos y mi época; desde esta condición me sumo a los que exigen la Reforma Constitucional, ahora. La historia va muy deprisa. Decía Nicolás Estévanez: "Mi patria no es el mundo, mi patria no es Europa, mi patria es un almendro, la dulce, fresca inolvidable sombra" y añadía, entre otras estrofas: "Mi patria es el espíritu, mi patria es la memoria, la patria es una cuna, la patria es una ermita y una fosa". Así es. Me despido con algo del humor de Pancho Guerra en el cuento del viaje en pirata de Pepito Monagas que, cuando se le paró el motor y, viendo que se le hacía tarde y aquello no arrancaba, preguntó al chófer cuantos caballos tenía el motor; diecisiete contestó el chofer; "pues desenganche el mío que me voy delante".

(*) A María Luisa de Rada López-Maroto

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