La carrera cinematográfica de Danny Boyle se caracteriza, con mayor o menor fortuna, por su voluntad de cambio, de exploración de registros contradictorios, de inmersiones en géneros diversos. No obstante, el director de 127 horas, Slumdog Millionaire y Trainspotting es un enemigo de los saltos al vacío, de las rupturas radicales e incluso, de los postulados más cercanos a una cierta concepción del cine de autor.
Es como si Boyle se hubiera institucionalizado como un profesional de renombre, cuyo cine es siempre garantía de unos mínimos, los cuales en ningún caso superan la barrera que separa el producto sólido de la obra que conmueve.
Dicho esto, nadie debería dejar pasar el biopic que Boyle ha realizado sobre Steve Jobs, el genio revolucionario que reinventó el mundo de la informática desde el garaje de su casa, donde fabricó sus primeros computadores y fundó la empresa Apple junto con su socio Steve Wozniak. Seguramente Steve Jobs (no se ha roto la cabeza con el título) no durará en cartel más de dos semanas, presionada por los estrenos navideños.
Aún así, conviene saber que esta película es una oportunidad de oro para ver a un hombre, independientemente de su trayectoria profesional, enfrentado a sus propias contradicciones.
Después del relativo fracaso de Trance, Boyle ha recuperado el favor del público y la crítica con Steve Jobs, donde ha rehuido premeditadamente de la ortodoxia plástica que ha presidido sus películas anteriores en favor de una puesta en escena que coloca en primer término al actor y la palabra como vehículos dramáticos por excelencia. No hay crédito en Steve Jobs para la fatuidad o la acrobacia, ni margen para la vulgaridad o la improvisación. El entramado narrativo de la película no contempla tanto la originalidad, como el hecho de que Boyle proponga una mirada severa sobre la vida del cofundador de Apple.
En su biografía oficial, escrita en colaboración con Walter Issacson (hay edición española en Debate, 2011), Steve Jobs dijo que "he hecho muchas cosas de las que no me siento orgulloso, pero no hay ningún cadáver en mi armario que no pueda salir a la luz". Eso es lo que ha hecho Boyle en este sobrio y austero melodrama escrito por Aaron Sorkin, el guionista de La red social: levantar las alfombras y abrir las puertas de par en par del armario.
Steve Jobs es una de esas obras de arte (y por supuesto, el mérito es también es de su intérprete, Michael Fassbender) que justifican por sí solas el proyecto humano, a pesar de cualquiera de sus enormes sombras.
