Hay dos formas diferentes de afrontar este periodo poselectoral del 20-D. O se gestiona en función de los intereses de cada uno de los partidos políticos o, por el contrario, elevándose sobre esos intereses y haciendo de la necesidad virtud, lo aprovechamos para resolver las grandes asignaturas pendientes que tiene nuestra nación. Si nos quedamos en el primer escenario mucho me temo que asistiremos a un tiempo perdido. Incluso en el supuesto, me atrevo a decir, que la foto finish permita un gobierno en minoría del PP, previa abstención de PSOE y Ciudadanos, el resultado daría paso a una legislatura débil y corta en la que, probablemente, no sería posible resolver los grandes desafíos y reformas pendientes. Las alternativas a ese escenario serían igualmente decepcionantes, si tenemos en cuenta que pasan por darle protagonismo a Podemos lo que nos llevaría, no tengo dudas, a la destrucción de España.

Sin embargo, si abordamos esta etapa preguntándonos qué reformas legislativas, incluso constitucionales, son las que España necesita y qué gobierno las haría posibles, llegaríamos a la conclusión de que el único gobierno que posibilitaría dar un nuevo paso en la modernización de nuestra estructura territorial y administrativa, así como la reforma de importantes leyes, sería un gobierno de coalición entre el Partido Popular, Partido Socialista y Ciudadanos. El número de diputados, más de doscientos cincuenta, y el espectro ideológico y sociológico de los españoles que representan garantizarían una legislatura en la que, por fin, sería posible hincarles el diente a los asuntos pendientes.

En nuestra reciente historia democrática hay antecedentes que demuestran la bondad de estos procesos de consenso: los pactos de la Moncloa y la propia Constitución Española de 1978 son magníficos ejemplos que permitieron importantes avances políticos, económicos y sociales.

Ponerle, por fin, nombre y apellidos a la tantas veces demandada reforma constitucional para actualizar, para las próximas décadas, la visión territorial de España tras la experiencia de treinta y cinco años de autonomías. Acabar con esta situación de interinidad en la que se encuentra la Educación, con mayúsculas, uno de los pilares de nuestra sociedad y que tantas carencias evidencia, dando paso a un gran pacto por la educación que garantice la igualdad y la excelencia para las futuras generaciones de españoles. Lanzar un mensaje de madurez democrática al mundo, en la que les digamos con naturalidad a los líderes internacionales: "Así las cosas, hemos decidido hacer un alto en la contienda política e ideológica y preparar a la nación para ponernos a la cabeza de Europa y generar un nuevo impulso de modernización y reformas para ser mejores. "Un mensaje de confianza y seguridad en nosotros mismos y en nuestras posibilidades como pueblo. Y decirles a todos que, en esta liga de naciones, España está preparada y dispuesta para liderarla. Creo que es posible, las condiciones están dadas y depende de unas pocas personas. Pidámosles que sean generosas y que presten el mejor servicio posible a España. Este es mi principal deseo político para 2016.