Una de estas Navidades el dinero físico ya no valdrá y realizar las compras con el monedero bajo el brazo será cosa del pasado. El billete se esfumará. Las divisas dejan paso a lo virtual y el dinero plástico gana de forma paulatina la partida a lo metálico, que cede terreno de forma inexorable. Los pagos en efectivo (cash) serán la excepción a medio plazo y el circulante físico será simple anécdota.

El pago mediante aplicaciones móviles y tarjetas de créditos gana la batalla y eso de hurgar en el billetero pasará a la historia. Algo que colocará a los cajeros en el mismo lugar que las obsoletas cabinas telefónicas. La evolución de la sociedad hacia un uso cada vez menor del dinero físico es la constante y en Estados Unidos o los países nórdicos (cómo no) las transacciones virtuales copan ya casi el 80% de los pagos. Un hábito que ha desencadenado hipótesis en países como Reino Unido sobre la posibilidad de acabar con el activo circulante. De hecho, el avance de diversos países en ese sentido es vertiginoso hasta el punto que en Holanda, por ejemplo, es inviable pagar el simple parquímetro en monedas o billetes. La tarjeta o el móvil son la llave de pago. Pero, lo mismo ocurre si vas de shopping, donde un número importante de tiendas ha dejado de admitir abonos en metálico.

En Suecia, muchos bancos rechazan la entrega de dinero físico y en el caso del transporte público es imposible el pago en moneda. Eso de: "arriba las manos esto es un atraco" se verá solo en películas, al igual que la manoseada hucha del cerdito, que habrá que sellarla de por vida. La principal ventaja de excluir las transacciones en metálico del sistema económico es que conlleva un mayor control del dinero. Los envíos electrónicos permiten el seguimiento puntual del origen y destino de la pasta. De ahí se deriva una gran ventaja, ya que impediría el desarrollo de la economía sumergida y obligaría al afloramiento del dinero negro y a su fácil seguimiento de cara al pago de impuestos. En el caso de Canarias, el dinero negro supone 12.000 millones de euros (29% del PIB), lo que de imponerse las transacciones on line, este montante revertería directamente sobre la economía real.

Asimismo, el abandono del cash implica de manera obvia una disminución de la delincuencia, no solo por la disminución de delitos violentos destinados a obtenerlo, sino por la mayor dificultad de llevar a cabo transacciones con objetos robados. La contrapartida, que siempre la hay, es la proliferación de los denominados ciberdelitos en los que se da una usurpación ilegal-virtual de lo ajeno. Pese a la faena de que te limpien el dinero, al menos no hay violencia física de por medio, que ya es algo. Otra de las posibles desventajas es que hay un gran estrato de la sociedad (personas mayores, pobres o inmigrantes) a los que el acceso a un dispositivo móvil (smartphone) les sea casi imposible, al igual que a disponer de una cuenta bancaria, lo que podría excluirlos del sistema. En definitiva, eso de guardar dinerito debajo del colchón tiene los días contados.

(@rubenreja)