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Cada cosa en su sitio

No una, sino dos nuevas elecciones

El no definitivo de la CUP a apoyar la investidura de Artur Mas, y el rechazo del bloque independentista a cambiar de candidato presidencial abocan a la sociedad catalana a las cuartas elecciones autonómicas en cinco años de mandato del actual president, que ha rebajado los contenidos del cargo hasta la indignidad suplicante sin conseguir dos votos decisorios de los antisistema. Todo para nada, porque el proceso de la secesión, que era el fin "justificatorio" de tan humillantes medios, queda truncado. Visto lo visto, lo más probable es que las elecciones del próximo junio inviertan la relación de fuerzas del parlament en aras de una estabilidad que el separatismo es incapaz de lograr y está llevando a Cataluña a la pura y dura bancarrota. La oportunidad de repetir mayoría en escaños, que no en votos, se ha esfumado por mucho tiempo.

Poco fiable ha resultado ser la gestión de la confianza puesta en una locomotora que antepone el personalismo mesiánico al objetivo histórico y se detiene en seco ante una minoría sedicentemente independentista pero abrasiva y ácrata en los hechos. Tal vez sea la primera vez que un poder antitodo, casi residual, frustra sin vuelta atrás un destino nacional reiterado a lo largo del tiempo y siempre fracasado por errores de naturaleza diversa. Como prueba de convicción de la madurez política y social de la idea, este nuevo intento está siendo bochornoso para sus animadores.

Es previsible que las nuevos comicios catalanes fuercen la repetición de los generales en la esfera estatal. Ha perdido urgencia la idea de "gran coalición" justificada por la necesidad de una gran mayoría frente a la continuidad de la fractura catalana. El PSOE necesita tiempo para reforzar su unidad y cerrar filas en torno a un liderazgo cuestionado, objetivo que no se concilia con la abstención en la investidura de Rajoy. Los dos partidos clásicos han quedado tocados el pasado 20 de diciembre y es normal que confíen en mejorar resultados disponiendo de una segunda campaña depurada de los fallos y deficiencias de la anterior. El frente de izquierda denostado por los barones socialistas no parece viable a pesar de los esfuerzos de Pablo Iglesias en calificarlos de inmovilistas y contrarios al cambio. Pero la misma exigencia podemista de referéndum catalán perdería fuerza ante el paréntesis abierto por la CUP y la posibilidad de que la mayoría discutible del independentismo pase a ser minoría indiscutible tras la nueva cita electoral de marzo.

Los atípicos antisistema que niegan a Mas el pan y la sal probablemente han logrado machacar los tiempos y los ritmos más o menos consolidados, no solo en Cataluña sino en todo el Estado. De ahí que, salvo una pendulación inesperada, los tanteos pactistas para una mayoría estatal puedan experimentar cambios sustanciales, cuya génesis acabe haciendo deseables unos nuevos comicios, incluso a los dos primeros partidos.

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