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Zigurat

Hipocresía árabe

La estrategia de Arabia Saudí ha puesto en evidencia su protagonismo en la región. Esta teocracia maculada de monarquía absoluta, falsamente llamada parlamentaria, acaba de cometer un error que le costará reestructurar su política exterior y su relación geoestratégica con el mundo árabe. Es tan férrea la capacidad manipuladora del gobierno saudí que casi todos caen rendidos ante sus desatinos políticos. Todavía esta por saber dónde están los saudíes que llenaron aviones privados el mismo 11 de septiembre de 2001 y días posteriores para salir de los EEUU por la puerta de atrás. Nadie ha dado explicaciones sobre la información que poseían de los atentados y su entramado financiero.

Osama era un buen muyahidín cuando estaba con ellos, cuando su familia proyectaba y ejecutaba las grandes obras publicas del país, y hasta recibió financiación para su particular versión del Corán y la yihad. La dependencia energética de Oriente es aún más necesaria, pues si bien las reservas de crudo no están precisamente en Arabia y el Golfo, hay que esquilmarlas porque es la única carta marcada para chantajear, principalmente a los EEUU, donde tiene a un gran aliado en la defensa de sus intereses territoriales.

El clima bélico de la región es absolutamente imprevisible a día de hoy, porque entre los movimientos Rusia-Turquía, -esta última pescando en río revuelto con las matanzas de kurdos que se ha recrudecido- Irán-Arabia Saudí, y el estado de Israel-Líbano-Autoridad Palestina, con la presencia de la OTAN en el límite de la línea roja que Occidente no quiere traspasar porque se les irían de las manos Siria e Irak, el problema se hace enorme e imposible de abarcar sin el apoyo de gobiernos árabes moderados que aún quedan.

Los jueces, la teocracia, la Sharia, han vuelto a dejar su huella en la ejecución de cuarenta y siete reos chiles, que son algo así como el demonio para los sunníes de orientación salafista, y se han cubierto de gloria asesinando a un jeque, a un hombre respetado por su gente y guía espiritual, convirtiéndolo en un mártir, que los chiíes consideran como un santo, algo así como cuando el martirio de cristianos era un salvoconducto al cielo. Pero la hipocresía es tan mayúscula que en la tierra del profeta, en Arabia, hay estacionados miles de soldados norteamericanos lo que muchos musulmanes consideran una profanación de la tierra santa.

Desde mi punto de vista, esto no v a quedar así, sin más, y cuando escribo los enfrentamientos en las calles de la ciudad natal del jeque y ante las embajadas de Arabia Saudí en muchos países árabes es la tónica general. Ahora hace falta saber hasta dónde va a llegar la venganza y si el pulso que hace cinco décadas mantienen estos dos protagonistas de la región no pasa de las algaradas y la ruptura de relaciones diplomáticas, para convertirse en otro foco de guerra, ahí mismo o en países de mayoría sunní.

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