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Rubén Reja

'The Merlin'

Apenas podía golpear la pelota cuando con cuatro años ya se colaba en los entrenamientos que dirigían su padre y su tío en CD Arguineguín. Su obsesión por esta cerca del balón le llevaba a colocarse detrás de la portería para olfatear el gol hasta el punto que en un fuerte disparo le fracturo un brazo. Sin embargo, al día siguiente y con la escayola en ristre volvía a las andadas sobre el campo de tierra. Ésta es la tenacidad que describe a David Silva, que hoy cumple treinta años. The Merlin, como se le conoce en Reino Unido, es un ídolo de masas en un país que se ha rendido a sus pies. El jugador del Manchester City y embajador del grupo turístico Anfi es un tipo tranquilo que huye de protagonismos estériles y busca ante todo su privacidad.

Silva representa eso que el malogrado Andrés Montes gritaba en cada retransmisión: un jugón. Este deportista, que es elegancia en estado puro, tiene hambre de Champions, ya que la orejona es el último trofeo que aún se le resiste. En las pocas entrevistas que concede responde como juega, de forma pausada, directa y en corto. Sus ojos rasgados transmiten una serenidad infinita. La misma que despliega sobre el césped que lo verá jugar "hasta que pierda pasión por el fútbol", según reconocía a Sky Sports hace pocas semanas.

De momento, tiene contrato con el Manchester City hasta 2019 y como ha repetido en varias ocasiones no descarta enfundarse algún día la zamarra de la UD Las Palmas. El campeón del mundo y de la Eurocopa (dos ocasiones) confía en volver a coger la forma lo antes posible después de más de un mes en el dique seco por culpa de un tobillo castigado por las patadas. "Mis rodillas y mi tobillo se resienten cada temporada y es muy importante saber escuchar al cuerpo, que tiene sus límites", confiesa el jugador. David, tiene el corazón dividido, multicolor, ya que al blue del City hay que unirle por derecho propio el rojo de la selección, de la que forma parte ya de su historia, y cómo no, el amarillo de la Unión Deportiva.

Silva, que fue de los primeros nacionales en abrir la lata de la aventura inglesa, añora sus orígenes y siempre que tiene un hueco libre pone rumbo a Gran Canaria. "Echo mucho de menos mi tierra y los potajes de mi abuela", reconocía a la cadena inglesa en una de las fugaces apariciones en los medios. El campeón del mundo se ha ganado a golpe de balón el cariño de la afición inglesa. Un sentimiento que se intensifica cuando el grancanario se besa la muñeca después de anotar un gol. Es la forma más entrañable de acordarse de su prima pequeña, Cynthia, que con tres 'añitos' perdió su batalla contra el cáncer. En aquellos días, Silva acababa de cumplir los 16 años. Más tarde se tatuó el nombre de su prima en la muñeca izquierda y por eso siempre que marca besa su tatuaje y apunta con el índice al cielo. Ojalá se bese muchas veces más la muñeca porque eso supondrá que The Merlin estará llenando de magia los campos de fútbol.

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