¡Ay, ay! ¡Cuán terrible es la sabiduría que no reporta provecho a quien la tiene! dice Tiresias, el divino adivino para evitar responder a la pregunta de Edipo. La sentencia a pesar de ser enunciada al principio de la obra resume toda la acción, porque señala lo que ocurrirá cuando se revele al rey tebano el enigma que rodeaba su nacimiento y en consecuencia su parricidio e incesto.
Lamentablemente en esta versión libre de la obra de Sófocles, la escena en cuestión pasa desapercibida porque los personajes se encuentran sentados a una mesa, pero no sólo en ese momento, sino durante toda la representación. Uno de ellos es Tiresias, quien lejos de aparecer guiado por un muchacho con los enviados de Edipo y ser recibido con alabanzas por el rey y el corifeo, es otro más de los comensales. Además es interpretado por una actriz, Elena Gonzáles, que también hace los papeles de Antígona, el mensajero y el heraldo, de tal manera que no transmite la fuerza de ese personaje al espectador que no conoce la obra de antemano.
Versionar Edipo rey como si fuera una acalorada querella entre comensales es una idea muy interesante, pero que rebaja la cumbre trágica de Sófocles, considerada la tragedia perfecta por Aristóteles, a una discusión de sobremesa. La ausencia de la atmósfera trágica del original intenta ser suplantada por una serie de sonoros golpes en la mesa que da con su puño Juan Antonio Lumbreras, que con su soberbia actuación marca el ritmo de la obra.
A pesar de todo, la fuerza de la tragedia sigue latiendo bajo el mantel y los platos, aunque francamente me hubiera gustado más haber visto a Tiresias como lo que es en el original, un adivino ciego.
