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32o Festival de Música de Canarias

Un magnífico concierto

La tercera cita con la 32a edición del Festival de Música de Canarias ha tenido un protagonista absoluto en la figura de Thomas Hengelbrock, director invitado para ponerse al frente de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria con obras de Szymanowski, Richard Strauss y Dvorak.

El programa comenzó con una de las primeras composiciones del maestro polaco Karol Szymanowski, la Obertura de concierto en mi mayor opus 12, una obra de juventud escrita entre 1904 y 1905, cuando el compositor contaba con 23 años. Hengelbrock en apenas quince minutos que dura la pieza, clarificó texturas y reafirmó las líneas musicales con exquisito gusto para reflejar la enorme expresividad e intensidad de la composición.

Pero, sin lugar a dudas, el gran momento de la noche fue el bellísimo Concierto para oboe y orquesta en re mayor, de Richard Strauss, obra escasamente programada en nuestro país, pero frecuente en las salas de concierto del resto de Europa. Reticente a cumplir con el encargo realizado por el oboísta americano John de Lancie (existe una grabación con de Lancie y Previn para la RCA) mientras formaba parte del ejército americano, fue una de sus últimas composiciones, escrita en 1945 y estrenada en 1949 en Zurich, una vuelta al estilo clásico influenciado por Mozart. Una característica de esta deliciosa obra es la dificultad técnica requerida al solita, con inmensas frases que obligan al intérprete a ser diestro en la respiración continua, que nos recuerdan a los escollos vocales escondidos en las Cuatro últimas canciones, y en esto Lucas Macías nos dio una verdadera lección magistral. Intérprete extraordinario, dotado de una técnica envidiable y capaz de un lirismo desbordante, exquisitamente acompañado por Thomas Hengelbrock, ambos desgranando la partitura del compositor de El caballero de la rosa.

La octava de Dvorak fue, en general, más dispar que las dos obras que conformaron la primera parte. Aún así, la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria se nos mostró como lo que realmente es en manos de un buen director: una excelente formación que merece mucha más atención. Al caso. Esta sinfonía sin gozar de la popularidad de la última del catálogo sinfónico del compositor checo es de una belleza y de un optimismo que contagia. Así como la exposición del primer tema presagiaba un extraordinario resultado global, el segundo movimiento quedó inconexo. Por el contrario, el tercer movimiento ganó en elegancia, con sutiles portamentos en las cuerdas. El cuarto y último requería más presencia, más carácter. El vigor se fue al traste en el desarrollo hacia el climax así como en los compases previos a la coda. Pero insisto, Thomas Hengelbrock es una magnífico director, un gran músico que recibirá el premio Herbert von Karajan este año por su entrega a la educación musical. No sería de justicia finalizar sin nombrar a los solistas de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, especialmente por su protagonismo en el programa maderas y metales, siempre excelentes, manteniendo el listón bien firme.

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