La Provincia - Diario de Las Palmas

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Tropezones

Defectos especiales

Tengo una clara sensación de haberme dejado engañar impunemente, y encima sin capacidad de reacción. Verán. En uno de esos días en que uno no está para nada, en huelga de cualquier actividad de provecho, me he dedicado a hacer zapping en-tre la inmensa oferta de canales de televisión que se nos brindan actualmente.

Viendo una película de ciencia ficción asisto estupefacto a espectaculares deflagraciones en el espacio, con naves galácticas envueltas en llamas, cuando es bien sabido que, al no haber oxígeno en el vacío, tampoco puede darse la combustión, y menos aún tan vistoso despliegue de fuegos artificiales. Pero es que en otro canal donde la humanidad lucha contra una invasión alienígena, resulta que la batalla final se libra en el terreno de la informática, inoculando un virus en el sistema de control de los invasores, descacharrando todo su arsenal ofensivo. ¿Se supone que los marcianos de turno también utilizan Windows?

Me paso a una película de gángsters, con igual poca fortu-na: al bueno de la peli le basta con un certero disparo al tanque de gasolina del coche del fugitivo para provocar una explosión del vehículo en el que se volatiliza el criminal. No se lo crean; si Uds. lo intentan contra algún desaprensivo (no seré yo quien se inmiscuya en sus razones, pero prefiero advertirles) constatarán que la bala entra, y probablemente sale por el otro lado del depósito y punto. Ni llamaradas ni explosiones. Una simple pérdida de gasolina.

El fuego parece ser un tema agradecido. En otro canal asistimos a una lámina de gasolina derramada sobre la calzada y la acera a la que el protagonista prende fuego con su cigarrillo con la consiguiente llamarada cegadora. Mentira. Todo lo más una queimada de asfalto y un flambeado de pavimento.

Decido zapear a una película del oeste, se supone que exenta de tanto efecto especial. Aquí asistimos al tradicional asalto a la diligencia, que transporta un secreto cargamento de oro. La operación es todo un éxito, y los atracadores arramblan con la preciosa carga, que estiban en sus mochilas, saliendo a galope tendido rumbo a Álamo Gordo. Por lo visto no se han percatado de que el oro es 20 veces más denso que el agua, y que por tanto los lingotes que han cargado a sus espaldas no bajan de los 200 kg. por mochila.

Aunque quizá la culpa sea mía, por haber zapeado demasiado rápido entre el canal de Bonanza y el de Supermán.

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