La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tropezones

The Economist

Revisando recientes colaboraciones en estas páginas, me percato que tal vez estoy abusando, por pereza, de la facilona condena mordaz, para la que desde luego no suelen faltar motivos, pero que no ayudan en la solución de los problemas. La crítica es fácil y a veces un diagnóstico certero de abusos e irregularidades puede llegar a ser pretexto suficiente para poner en órbita todo un proyecto político de corte populista, encima sin proponer remedios fiables, sino a veces incluso rozando lo inverosímil.

Por ello quisiera romper aquí una lanza por una revista que por el contrario no sólo se atreve a poner en solfa a personas e instituciones cuando cree que se lo merecen, sino que a renglón seguido aporta su propuesta de solución, y en su caso hasta el antídoto para prevenir posibles vueltas a las andadas. Me refiero a la revista inglesa The Economist. Es bien sabido que con los años, cuando el tiempo nos da alcance, nos volvemos más realistas, más sabios también si nos dejan, y expresamos nuestras opiniones no sólo con más madurez y conocimiento de causa, sino con mayor valentía al estar ya uno un poco de vuelta de todo, y más curtido ante posibles represalias.

El Economist, fundado en Londres en 1843, cuenta pues con unos cuantos años a sus espaldas, participando de las características apuntadas y de la mencionada valentía a la hora de enfrentarse incluso a los políticos más influyentes, no teniendo el menor reparo en jugar a ser Dios, mandándoles a los infiernos, metafóricamente hablando naturalmente. Pero a diferencia de Dios, que como todos sabemos, o debiéramos saber, es infalible, el Economist a veces se equivoca. Pero lo inaudito en una revista con una tirada de 1 millón de ejemplares, lectura obligada de muchos de los dirigentes del mundo (dejémoslo por si acaso en "del mundo civilizado") es que el Economist está dispuesto a reconocer sus errores. Veamos un ejemplo: en octubre del año 1998 la revista, que no lo olvidemos se llama The Economist, se atrevió a predecir que el precio del petróleo, que por esas fechas andaba sobre los 10 $ el barril, no tardaría en desplomarse hasta los 5 $. Como es sabido, pocas semanas más tarde alcanzaba los 25 $ y no paró de subir desde entonces hasta su techo reciente de 100 y pico $ el barril.

Pues ésta y otras meteduras de pata parecidas no fueron escamoteadas o justificadas en sesudas explicaciones a sus lectores, no. En un número especial de la revista se publicó una relación de los errores cometidos en los últimos tiempos, y en la portada del número expiatorio con llamativo despliegue tipográfico se reconocía: "We woz wrong". En román paladino y traducción libérrima: "La cagamos".

Tan sólo por tamaña confesión, esta "mea maxima culpa", creo que el Economist se merece esta humilde reseña... y que el director del periódico me la publique, claro.

Compartir el artículo

stats