Esta semana, un alto cargo del Fondo Monetario Internacional (organismo que se caracteriza por tener presidentes de intachable honradez y reputación como los tres últimos: Rato, Straus-Kahn y Lagarde) mostraba una cierta preocupación por la inestabilidad política de España. Tres días después, los grandes empresarios españoles, esos que han elevado en un 45% sus beneficios mientras las desigualdades y el desmantelamiento del estado del bienestar campaban y campan por sus desafueros, pedían la formación urgente de un gobierno que genere confianza, lo cual yo interpreto que es sinónimo de un gobierno de derechas, conservador o que, tenga la etiqueta que tenga, siga con los actuales atracos al pueblo llano en sus derechos fundamentales: educación, sanidad, vivienda y coberturas sociales. Todos pueden decir lo que les plazca porque aunque algunos no se hayan enterado, vivimos en una democracia en la que los ciudadanos votaron el 20 de diciembre lo que votaron, mayoritariamente cambio en sus distintas acepciones, y mayoritariamente izquierda, también en sus distintas acepciones. Si a los que cortan el bacalao de la economía local, europea y global, les pone nerviosos que el registrador de la propiedad de Pontevedra Rajoy Brey, no pueda ser presidente del gobierno, deberían darse unas friegas estos días en Davos, en ese estúpido foro que sólo sirve para proclamar de maneras inequívocas y hasta impúdicas, lo maravillosas que son las injusticias del sistema económico reinante. Que se den unas friegas y que se tomen unos tranquilizantes, en Suiza se fabrican muy ricos y eficaces. Porque si mis deseos y los de muchos millones de españoles que todavía creemos que España no es una ley, señor Rajoy, sino un sentimiento (por eso usted ha conseguido que muchos catalanes, a base de amenazarles con la porra, dejen de tenerlo) se cumplen, en pocos días tendremos un presidente del gobierno de España con una peculiaridad histórica: habla inglés. Y eso ayuda, mucho, a mirarle a los ojos a Merkel, Cameron y demás cuadrilla, y a los del FMI, el BCE y el Banco Mundial. Recuperaremos el orgullo de país que el PP ha conseguido dejar por las alcantarillas, y negociaremos, pactaremos, transaremos y lo que haga falta, para recuperar los derechos perdidos. A veces saldrá bien, y otras no tan bien, pero nuestro presidente, Pedro Sánchez, no necesitará intérprete, ni en inglés ni en español.