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Cine 'La gran apuesta'

Capitalismo canalla

El estallido de la crisis financiera en 2008, debido al colapso de la burbuja inmobiliaria (dos palabras que desde entonces van unidas como Standard & Poor's, el nombre de la agencia de calificación que otorgó la máxima categoría a los paquetes de hipotecas basura), se llevó por delante 6.000.000 de puestos de trabajo y dejó sin hogar a 8.000.000 de personas en Estados Unidos. Todo por el capitalismo canalla de unos pocos ejecutivos que no vieron venir la catástrofe.

Los que si la vieron, un grupo variopinto de inversores y corredores de bolsa, trataron de beneficiarse de ella apostando contra el mercado. De eso trata La gran apuesta, de Adam McKay, una película que desnuda las miserias de Wall Street.

Si la pericia central, el cuerpo del relato, funciona pasablemente bien, entre otras cosas porque las interpretaciones de Christian Bale (nominado al Oscar a Mejor Actor por este papel), Steve Carell, Ryan Gosling y Brad Pitt son muy convincentes en un registro ambiguo que tanto permite el drama como la comedia, el resto de elementos que configuran la historia resultan más discutibles.

Es el caso de los cameos de personajes populares como la actriz y cantante Selena Gomez, el famoso economista Richard Thaler o el chef Anthony Bourdain, explicando los complejos términos financieros para que todos los entendamos.

La gran apuesta es una película del director de Los amos de la noticia, para lo bueno y para lo malo, menos maniqueísta y simplista que sus primeras obras paródicas, más prosaica en su denuncia, pero carente también de una cierta idea de la contención que hace que el espectador no se involucre del todo, como cuando uno ve un número de magia en la televisión, que permanece indiferente frente al truco.

La película de McKay no llega a elevarse tanto como los ejemplos de los que toma su inspiración (El lobo de Wall Street, Margin Call, Wall Street: el dine-ro nunca duerme, Éxito a cualquier precio), porque hoy en día apenas quedan cosas que no resulten ya vistas, aunque todavía se puede aprender algo sobre el asedio y sobre el poder depredador de los mercados financieros.

Ni que decir tiene que pueden producirse más crisis financieras y cada vez más graves en el futuro.

Ante este estado de cosas, sólo cabe, como mal menor, meter el dinero debajo el colchón, o, como dijo Churchill: "Ser optimista. No parece muy útil ser otra cosa". La segunda opción es mejor.

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