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Crónicas galantes

El Congreso de la Tele

Lamentan las gentes de orden e incluso los socialdemócratas el colorido espectáculo de rastas, bebés, puños al aire, juramentos por Snoopy y ropas informales que ofreció el nuevo Congreso español en su apertura. No hay razón para tanto escrúpulo.

Lo que alumbraron las urnas es, en realidad, un Parlamento a la italiana que lógicamente destaca por el pintoresquismo típico de su carácter meridional. Al igual que en la República transalpina, la política es en España un espectáculo del género de variedades.

Los italianos, más directos, no dudaron en elegir como segundo partido más votado al del cómico Beppe Grillo, promotor del "Día de Vaffanculo" que podríamos traducir, púdicamente, como el "Día de mandar a tomar por saco". Algo más módicos, los españoles se limitaron a dar el tercer puesto a Podemos, un grupo asambleario que también nació -como el de Grillo- en los platós de la televisión.

La diversión está garantizada en ambos casos. A diferencia de otras naciones donde la democracia es un asunto más bien aburrido y previsible, los países latinos de este y el otro lado del Atlántico valoran la capacidad de entretenimiento que les puedan ofrecer sus diputados. Y estos raramente les defraudan.

Ya el conde de Romanones resumió en su día la falta de formalidad de los parlamentarios con su célebre exclamación: "¡Joder, qué tropa!": y eso que aún corría el siglo XIX. En las últimas legislaturas, por no ir tan lejos, alcanzó también fama una diputada por su insistencia en que se fastidiasen -con jota- los parados; y una vicepresidenta a la que los fotógrafos sorprendieron mientras jugaba a los marcianitos en su móvil. No faltó siquiera un presidente de la Cámara que dejase caer un asombrado "¡Manda huevos!" tras la lectura de una proposición de ley especialmente intrincada.

Si acaso, la irrupción del Partido de la Tele -también llamado Podemos- ha traído ahora un fresco aire de espectáculo a las sesiones parlamentarias. Por momentos, el Congreso pareció el otro día un reality show o uno de esos programas de telecotilleo en los que todo el mundo grita; pero es natural que así ocurra. El de Pablo Iglesias es, a fin de cuentas, un fenómeno nacido y criado a los pechos de las grandes cadenas de televisión españolas -es decir: italianas-, por lo que parece lógico que sus diputados dominen con soltura todos los géneros de la pantalla doméstica.

Se ignora si el show va a durar los cuatro años reglamentarios o bien terminará en unos pocos meses por la imposibilidad de formar Gobierno; pero eso es lo de menos. Incluso resulta probable que el partido de Iglesias obtenga más diputados de los que ahora tiene en caso de repetición de las elecciones.

El único inconveniente de esta forma televisiva de hacer política reside en que la tele quema mucho a quienes se exponen a sus potentes focos, de modo que el público acaba por cansarse y pedir caras nuevas.

No pasa nada. La tele dispone de una gran cantera que le permitiría lanzar nuevas promesas del foro como Belén Esteban, a la que un sondeo de Sigma Dos adjudicaba cinco escaños si la Princesa del Pueblo se animase a encabezar una candidatura al Congreso. Una cifra de diputados que tal vez se multiplicaría hoy si la lista incluyese a Matamoros, Marchante y el elenco habitual de Sálvame. Aunque tampoco quisiera uno dar ideas, claro está.

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