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Punto de vista

Había una vez... un circo

Había una vez... un circo, lalalalalá... fue el soniquete que inauguró la función. Un gran espectáculo con pistas simultáneas, números imposibles, chistes malos y animales de cartón.

Retransmitido en directo por todas las cadenas y sin rombos, los personajes aparecieron por estricto orden de actuación. Primero, el trapecista. Pablo Iglesias, sin pértiga, se subió al alambre, se puso a la chepa a sus ministrables y salió al vacío como lo hace un machote: sin red.

Su desafío a la gravedad incluía un ministerio de Multinacionalidad (¿esto no es un polivitamínico, verdad?), una sonrisa del destino y una memoria muy corta para olvidar aquello de jamás, jamás, estaré en un gobierno presidido por socialistas.

Y cuando avanzaba por el fino alambre, la cámara abrió el zoom para meter en plano a un Sánchez saliendo del camerino a medio vestir, sin maquillar y balbuceando ¿qué pasó? ¿dónde estoy...?

Su número transmutó. De director de circo, creyendo manejar todos los hilos, pasó a convertirse en el tragafuegos de una tea incendiaria que, desde los 20 metros, le lanzaba el trapecista. "Es que nuestros votantes no entenderían que no nos pongamos de acuerdo", se justificó mientras se comía una antorcha que ríete tú de la que mantiene la estatua de la libertad.

Y cuando el tragafuegos la digería como podía, saltó a escena el mago escapista y también prestidigitador. Con todos ustedes ¡¡¡Mariano Rajoy!!! que se ató con siete candados, se encerró en el baúl y se mandó a mudar mientras susurraba: "A mí no me trincan estos dos".

Pero como toda magia tiene truco, se liberó de la atadura, salió por la trampilla y, agazapado, ahí está entre bambalinas a ver si suena el tachín tachín que le anuncie, otra vez, su retorno a la pista.

Así las cosas, y cuando ya iba por el segundo paquete de roscas en este espectáculo impagable, todavía quedaba la penúltima actuación. Salió el contorsionista, léase César Luena, estirando su pierna hasta alcanzar a Rajoy y sellarle en la frente dos palabras: antisistema, trilero.

Episodio que dio paso a "estimado público, ahora una pausa en la función" para en breve volver con los trapecistas, tragafuegos, prestidigitadores y contorsionistas.

Algo que sucederá mientras en los camerinos, sin focos ni cámaras, luce el cartel "silencio, se negocia". Porque el espectáculo en directo es una cosa y el mercadeo, las cesiones, los secretos o el pase de sillones son otra.

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