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Con otra cara

¿De perros o de gatos?

Leo por ahí que los dueños de gatos son más inteligentes que los dueños de perros. Vale, a mí también me parece una estupidez pero ¿qué sabré yo si soy de las bobas a las que no les gustan los gatos?

Esta conclusión se desprende de un estudio de la Universidad de Carroll en Waukesha, Wisconsin (sí, pueden comprobar que existe de verdad), que concluye que los amantes de los perros somos más animados, enérgicos y extrovertidos que los que prefieren tener un gato, que son más sensibles, introvertidos, independientes e inteligentes. En el artículo que recoge el estudio se indica que otra muestra de su mayor inteligencia es que quienes eligen gatos como mascotas prefieren quedarse en casa leyendo un libro que salir a pasear con el perro. No sé por qué descartan que en vez de a Proust o a Kafka dediquen el tiempo del paseo a ver Gran Hermano o a hacer pelotillas de migas de pan, además de que tampoco tengo tan claro que lo de leer mucho o poco tenga que ver con la inteligencia, pero, no me hagan caso, porque debo ser más bien cortita dado que, además de gustarme los perros, no soy primogénita y no tengo nada de oído musical, dos factores que también se consideran relacionados con una menor inteligencia.

Para acabar de minar mi autoestima, ayer me tropecé haciendo el tonto por internet con otro informe que concluye que las personas más sesudas e introspectivas son más inteligentes lo que, dada mi tendencia a la evasión, el hedonismo y una cierta despreocupación, debe dejar mi coeficiente intelectual a la altura del de un oso panda.

Vale, los hay mucho más listos pero, visto lo visto, ¿quién quiere ser más inteligente? Mientras que la mayor parte de nosotros no sufrimos demasiado de angustia existencial, la gente con un alto coeficiente intelectual se preocupa más por la condición humana o se angustia con la estupidez de sus vecinos. Hay un montón de estudios psiquiátricos que afirman que la preocupación constante puede ser signo de inteligencia y que hay una relación directa entre el trastorno de ansiedad generalizada y un alto nivel de IQ. Se supone que la gente seria es más lista y que la alegría es signo de frivolidad.

Entonces, ¿qué es mejor? ¿Ser ignorante y feliz, o sabio y desdichado? Hace unos años me hubiera decidido por la segunda opción pero ahora no tengo tan claras las ventajas de tomar la píldora roja y salir de un gozoso y falso Matrix para vivir una realidad desgraciada. Además, tampoco es que tenga muchas opciones. Y es que los gatos me dan repelús.

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