La Provincia - Diario de Las Palmas

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Piedra lunar

Árboles líquidos

La Escuela Luján Pérez ha iniciado la andadura de su centenario (1918-2018), y lo ha hecho con un acto de preapertura celebrado en el Gabinete Literario al que siguió la inauguración de El faro de los alisios, escultura ubicada en la cumbre de Gran Canaria. Diversos eventos se proyectan en el horizonte. La filosofía del centenario consiste en abrir la Escuela a la sociedad, con charlas, debates, exposiciones de artistas históricos y noveles que cada tarde trabajan en su seno en un ambiente de cálido entusiasmo. Los escenarios de proyección son el Club LA PROVINCIA, el Museo Poeta Domingo Rivero, salas de librerías y centros culturales de los pueblos de la isla, en coordinación con ayuntamientos y cronistas oficiales. El objetivo es hacer presente la ya centenaria Escuela en la sociedad isleña. En este contexto programático, Pedro Béthencourt expone en El Libro Técnico (paseo de Tomás Morales, 46), haciendo convivir dieciséis cuadros de mediano formato, que rebosan de plástica el local, con los géneros literarios en soporte de libro. La obra de Béthencourt, que titula escuetamente Árboles, creo que en rigor ha de llevar una adjetivación sinestésica dado que es una obra cargada de poesía, de narración plástica impregnada de tiempo. Cualquier espectador que observe con detenimiento las insólitas sabinas del paisaje herreño de La Dehesa siente sin esfuerzo que la mixtura del tiempo medido en siglos y el viento alisio están conformando esa extrañeza vegetal. Y si esa realidad se representa plásticamente, al margen del inventario botánico, se acrecienta la admiración de la forma plástica con linderos en lo onírico. La extrañeza es fundamento de creación innovadora. ¿Qué hay detrás de una sabina herreña? Un árbol diferente impregnado de tiempo, de siglos, de viento. El alisio atlántico ha creado de manera espontánea una obra de arte. Aristóteles en su Poética afirma que "el arte copia la naturaleza"; sin embargo, pensamos que la naturaleza está continuamente pidiendo a una mente creadora el desvelamiento de las múltiples formas plásticas que encierra en su expresión. La naturaleza copia al arte, decía Matisse. La visión de la sabina herreña ha sido para Béthencourt punto seminal de su cosmovisión plástica, tal cual Dalí configuró sus relojes líquidos, donde no solo el tiempo es movedizo sino el soporte que lo mide. En los árboles líquidos de este artista se muestran planos curvilíneos, asaetados por el tiempo, expresado en colores muertos, sin vida, caídos o erguidos en medio de un paisaje de contraste. El árbol muerto se enseñorea en su proceso decadente. Ahí radica la poética crecida en la mente de este artista, creador de una plástica singular.

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