La Provincia - Diario de Las Palmas

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Desde mi noray

Mirando a la bahía

Hace unos días tuve ocasión en compañía de un veterano ingeniero naval, de asomarme una vez más a ese incomparable marco que representa nuestra Avenida Marítima, que es el testigo diario del acontecer portuario y contemplar ese amplio panorama que va desde La Isleta hasta San Cristóbal con un fondeo de barcos pletórico en un constante ir y venir, ya que a diario se renueva como una demostración de la pujanza de un recinto que se resiste a morir con el paso del tiempo.

Es el puerto de Refugio de La Luz, con toda su grandeza en pleno siglo XXI que va camino de cumplir el próximo 26 de febrero los 133 años de existencia, la primera industria de la región al servicio de la navegación internacional y una demostración de la riqueza que atesora. Allí, a la vista de todos, contemplamos una amplia gama de barcos desde la torre petrolífera hasta el remolcador de apoyo a las plataformas, pero lo que era más importante es que el puerto de Las Palmas no ha perdido con el paso del tiempo su carácter de avituallamiento, porque un total de tres gabarras estaban suministrando en fondeo a otros tantos mercantes ese "oro negro" que necesitan para seguir su viaje, bien al norte de Europa o con dirección al sur.

La gasolinera del Atlántico en plena producción en el mejor fondeo de las Islas Canarias, frente a la ciudad, Las Palmas de Gran Canaria, que ha visto crecer su puerto con más de un siglo de existencia de forma mancomunada, formando una ONU marítima de razas y lenguas a través de las tripulaciones de los barcos que arriban en una constante renovación.

Es la grandeza de un recinto que sigue vivo para las nuevas generaciones, que nos aporta múltiples servicios, que atrae tráficos inéditos en una constante renovación de que el puerto de La Luz no se creó para justificar un momento, sino para marcar unas metas de vocación universal que nuestros patricios supieron contemplar con visión profética.

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