Decía Madame de Sevigne, "No os carguéis de odio. Es más pesado de lo que creéis". Y es cierto. Servidora siempre he creído que cargarse de odios y venganzas debe de ser más incómodo que un espejo empañado, amén de hacernos presa fácil de irritaciones y cóleras, reacciones por otra parte no sólo inevitables sino, lo que es peor, que no se pueden superar porque absorben como un árbol el agua hasta hacerte renunciar a enterrar el hacha de guerra, por creer que el mecanismo de la venganza te puede liberar de tan mezquino sentimiento.

Tristemente y hace unos años, una encantadora familia amiga mía, ella desde párvulos, sufrió sometida al asombro un episodio triste y desagradable de un pariente que se inventó un cuento de intromisión en su casa y en su vida, con calumnias, e incluso tuvo la osadía (o cobardía) de llevarla a los juzgados, algo en lo que jamás se habían visto involucrados. Pero como mentiras y calumnias tienen las patas muy cortas, se demostró en el juicio que el tal individuo nunca-jamás dijo la verdad, cogiéndosele en gran cantidad de contradicciones y confundiendo ante el juez, con cierto tartamudeo nervioso y mucha sudoración, la maraña que él mismo tramó, cambiando incluso el orden, nombre y situación de los personajes acusados.

Como siempre digo, los ojos de Dios nunca duermen, y la resolución para esta buena, respetada y digna familia ha sido con un final feliz, reconocida su inocencia ¡tres veces! en los juzgados (tres reducciones judiciales: dos autos y una sentencia definitiva). Enhorabuena familia, que además me cuenta que todo está demostrable en los juzgados, o sea, que quien quiera ir a leerlo allí lo tiene bien clarito. Pero lo que me resulta verdaderamente sorprendente en estos buenos amigos, es que a pesar de haber sufrido tan dolorosas difamaciones del que creían "amigo" cuando entró con piel de cordero en su hogar, que aún continúa con sus calumnias pero ahora, fracasado en los juicios, convertido en un barril de pólvora por haber perdido ¡tres veces!, repito, lo que me resulta sorprendente es que en esta estupenda y sana familia estén todos a una con el perdón a quien tanto daño les hizo, porque están convencidos de que el perdón conduce siempre a la paz. Y por lo que les oigo hablar, el testimonio de esta familia es definitivamente el perdón.

Afortunadamente para mí, nunca he tenido mi corazón cargado de odios hacia nadie, desconozco ese sentimiento, porque creo que la Justicia de arriba hace la Justicia de abajo, pero aunque así no fuera no hay que dar cabida a los malos estados de ánimo que solo suponen ofuscación y rebelión en la sangre. Soy de las que creen que cuando aparece el odio hay que levar anclas para salir del puerto y respirar una bocanada de aire puro para vivir y dormir bien. Que ya lo pregona un proverbio francés, "No hay almohada más blanda que una conciencia limpia". Y lo decía Confucio, "Quien domina su odio o su venganza, domina a su peor enemigo". Aunque casi mejor me quedo con el pensamiento de Sócrates para la paz de mi alma, "Es mejor padecer una injusticia que cometerla". Que tengan buen día.

www.donina-romero.com