Todo comenzó con unas zapatillas de aquella marca de impronunciable nombre para los que no están duchos en idiomas. A Alejandra se las regalaron justo después de que le dijeran que el cáncer de ovarios estaba casi superado, aunque no se confiase con los controles. "Vida sana", le dijo el maravilloso doctor Octavio Sansegundo después de dos años y medio de lucha. Alejandra pensó que muy bonitas no eran las playeras, pero una tarde de domingo se las puso y se fue a la avenida de Las Canteras y caminó durante hora y media antes de ir al cine a ver Boyhood, momentos de una vida. Se sintió cómoda con las zapatillas.

Volvió a usarlas la semana siguiente y le fue cogiendo el gustillo, primero caminó, luego trotó y hasta se decidió a acercarse al Parque Romano, donde se veía a mucha gente corriendo a ritmos diferentes.

Los síntomas del cáncer no reaparecían. Buena noticia. Una amistad nueva le dijo que por qué no se apuntaba con ella a la San Silvestre del último día de 2014. Eran sólo seis kilómetros, y divertidos, con mucha gente pasándolo bien.

Alejandra no lo tenía muy claro, pero probó. Llegó a la meta y ya no hubo vuelta atrás. Se acordó de quien le había regalado las zapatillas verdes y le dio las gracias en silencio. Después de esas zapatillas vinieron otras y otras. Se desgastan rápido, pero se siente cómoda. Ya tiene una bonita colección de camisetas de colores y de dorsales. Se siente orgullosa.

El domingo estaba en la línea de salida del Gran Canaria 10 Kilómetros. Se lo pasó bien. Y volvió a comprobar que en esta fiebre por el deporte del running hay muchas personas con historias para ser contadas. Ella nos contó la suya. Hay 7.300 más que alguien escuchará, relatos de superación personal, vidas con alicientes. En definitiva, historias de colores, como las zapatillas verdes de Alejandra, del Hospitales San Roque Gran Canaria Maratón, el de la gente.