Una exquisita y jocosa anécdota atribuida a Federico García Lorca asegura que en una ocasión cuando se recitaba el Responso a Verlaine de Rubén Darío, al llegar al verso: "Que púberes canéforas te ofrenden el acanto" Lorca comentó, sin temor a parecer un ignorante, que la única palabra que entendía de esa línea era el "que".

Algo parecido sentí cuando en esta representación de La casa de Bernarda Alba vi mujeres a las que se suponía de luto llevando trajes de colores y gafas de sol, al personaje epónimo vistiendo unos pantalones, a otras dos saltando a la comba y otros despropósitos. La compañía tinerfeña Delirium Teatro prometió hacer algo diferente, y ciertamente lo consiguieron, pero no fueron originales, porque original significa "perteneciente o relativo al origen" con lo que para serlo hay que guardar cierta fidelidad a la inventiva del autor del texto. Entre las interpretaciones, sólo Carmen Cabeza en el papel de la Poncia era totalmente convincente.

Lo más acertado fue la participación de la Banda Municipal de Música de Las Palmas de Gran Canaria que durante la representación interpretó cuatro marchas procesionales. La conjunción de la música utilizada para acompañar las procesiones con la obra teatral creó una sorprendente atmósfera fúnebre en la que flotaban las melodías dramáticas aportando un elemento aún más luctuoso si cabe a la puesta en escena.