La Provincia - Diario de Las Palmas

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Inventario de perplejidades

Mover pieza y salvar al rey

Continúa la política espectáculo, mientras se intensifican las maniobras para pactar un gobierno a gusto de los mercados y de los grandes poderes de la Unión Europea. En una sola jornada, entre la mañana y la tarde del pasado 22 de enero, asistimos a tres acontecimientos en los que la sorpresa fue el elemento dominante. Primero, la presentación en sociedad del gabinete en la sombra de Pablo Iglesias que se postuló como vicepresidente de un gobierno progresista que debería encabezar el socialista Pedro Sánchez, un señor que ni siquiera fue consultado previamente sobre esa posibilidad. A esa hora, Sánchez estaba reunido con el rey en el palacio de la Zarzuela durante el obligado turno de consultas a los líderes políticos y al parecer fue informado por el propio monarca de lo que acababa de suceder en el Congreso de los Diputados. No hay constancia fotográfica de la cara de sorpresa que puso en ese momento el secretario general del PSOE pero cuando salió a comparecer ante la prensa ya había tenido el tiempo necesario para poner cara de circunstancias y agradecer irónicamente que no solo lo hubieran hecho presidente sino que también le hubieran nombrado a buena parte de sus futuros ministros. Todo eso, que no es poco, entre la mañana y el mediodía. Pero la tarde aún nos reservaba otra sorpresa. Hacia la hora de la merienda fuimos informados de que el presidente del gobierno en funciones, don Mariano Rajoy, había declinado ante el Rey la posibilidad de someterse a una sesión de investidura en el Congreso y que se reservaba esa opción para más adelante cuando tuviera la certeza de disponer de los apoyos necesarios. La ocurrencia del líder de Podemos fue saludada en la mayoría de los medios como un atrevimiento, una burla a la democracia y un golpe de efecto encaminado a poner en dificultades a Pedro Sánchez ante buena parte de su votantes que posiblemente no vean con buenos ojos que acabe inclinándose por favorecer una alianza con el PP y Ciudadanos. No es, sin embargo, la primera vez que ensaya ese número teatral. Ya el año pasado, cuando aún hablaba de formar gobierno en solitario ante unos sondeos inicialmente muy favorables presentó en público a sus hipotéticos nuevos ministros, con Iñigo Errejón en la vicepresidencia, José Julio Rodríguez en Defensa, Victoria Rossell en Justicia, Pablo Bustinduy en Asuntos Exteriores, Pablo Echenique en Ciencia y Tecnología y Nacho Álvarez en Economía. Y tampoco fue unánimemente favorable la crítica con la ocurrencia de Rajoy. La prensa muy adicta la calificó de maniobra genial y de gallegada sublime que confirmaba su dimensión de estadista. Y la menos adicta de "artimaña" intolerable y de "triquiñuela" política oportunista que atentaba contra el prestigio del Rey, cuyo papel de mediador había quedado gravemente deteriorado. (Una conocida columnista de un importante periódico aprovecho la ocasión para insistir en la necesidad de la dimisión de Rajoy para salir del atasco). Visto el asunto desde cierta distancia, hay que reconocer que el presidente en funciones, si quería seguir jugando un papel político relevante, no le quedaba otra salida que esa. Dicho sea en términos ajedrecísticos, o entregaba la partida o movía pieza para poder proteger al rey a la espera de nuevos movimientos del adversario.

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